Capítulo 3: "Cuando una voz te habla"

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Sonó la campana, todos salieron con mucha prisa pero no antes de que el señor Joseph nos dejará una tarea, que era escribir algo sobre la esperanza nos dio la libertad de escoger si sería poema o cuento, normalmente me gustan las clases de filosofía pero hoy la odié, fue muy irritable que me tomara a mí como ejemplo de valentía, solidaridad y un sin fin de cualidades que no tengo.

Rodrigo y Diana me esperaron, pasé el descanso con ellos, los demás seguían adulándome, lo único que hice fue responderles con una sonrisa y con una actitud amable todo lo que me decían, los pensamientos malagradecidos se borraron automáticamente de mi cabeza, ya que me sentía ególatra. Me acorde, de lo que me enseño mi abuelo hace mucho tiempo sobre ser siempre humilde, es lo mejor que puedes hacer, para disfrutar con mayor felicidad tus éxitos junto a los demás.

Nos fuimos caminando a las mesas que están sobre un hermoso árbol de manzanas, siempre paso el descanso allí, muchos lo evitan por la vieja leyenda de que un profesor hace muchísimos años, utilizo las grandes y frondosas ramas llenas de frutos para terminar con su vida. Dicen que él se cortó y regó con su sangre las raíces del árbol, para después ahorcarse. Pero sinceramente no creo en eso.

Ellos no querían comer allí, ya que les daba miedo, pero yo he pasado muchos descansos en ese árbol, que me ha llegado a parecer muy relajante, los fastidié tanto que pude convencerlos de comer ahí, es uno de mis lugares favoritos de la escuela, sin duda es muy cómodo. Pero esta vez no fue así, cuando nos sentamos ese lugar tenía un olor muy fétido, el ambiente era sofocante creo que era al único que le afectaba, ya que a Diana y Rodrigo no parecía importarle. Les empezó a gustar ese lugar, hay mucha sombra y corre una brisa refrescante. Sin embargo, la brisa que corría en aquel momento no me parecía refrescante, era más fría de lo normal, tan fría que te podría congelar, no me preocupe pensé que era por razones del clima, pero a mis amigos parecía no afectarle en nada.

El olor se intensificaba más que me llegaron a dar nauseas, aunque fingía que no me sucedía nada, sentí una molestia, estaba muy incomodo era como si algo no quisiera que estuviésemos ahí, me esforcé para darle poca atención pero cada vez se volvía mas difícil hacerlo, comencé a sudar pero ni  Diana ni Rodrigo no notaban mi incomodidad. De pronto, escuche unos gemidos que parecían de dolor, fue cuando me dio miedo, sea lo que sea estaba molesto y puede que triste. Llegue a reconocer que era ese olor, es sangre; lo recuerdo bien, por toda la sangre que perdí por mi boca y nariz. Es un olor que no se te olvida, pero pareciera que ya estuviese como quien dice podrida, porque normalmente no huele de esa manera. Era horrible, tratar de pasar un segundo más sentado debajo del árbol, aunque Rodrigo y Diana estaban muy cómodos, bromeaban y hablaban tranquilamente, seguí pretendiendo que no pasaba nada; fue en ese momento, cuando alguien me susurro al oído: "Ayúdame a bajar".

Mi miedo aumento, volteaba a los lados disimuladamente para que los demás no lo notaran, era imposible de que alguien hubiese susurrado a mi oído, la voz tan ronca, tan grave, llena de mucho dolor llegaba a ser muy tétrica. Llego una fuerte brisa, esta vez no tan fría, pero tenía la suficiente fuerza para hacer mecer a todas las ramas del árbol, dirigí mi vista hacia arriba del árbol y lo que vi fue unos zapatos que se tambaleaban junto con el viento, cada momento que la brisa movía el árbol, se descubría mas el cuerpo, se veían las piernas, las rodillas, la cintura, el torso. Juro que era la cosa más terrorífica que he visto en mi vida, cuando pude llegar a ver sus brazos las muñecas aun estaban sangrando, fue cuando de verdad me asuste, estaba temblando, sentía mucho peligro, pude llegar a ver su cara, era un muchacho tan joven que me causaba pena, no hay duda la leyenda era cierta.

Estaba paralizado por el terror, me puse pálido, temblaba muy rápido, cuando Diana y Rodrigo se empezaron a preocupar, me sostuvieron pero caí al piso, lo que estaba en el árbol me miro directo a los ojos y me dijo de nuevo, "Quiero que me ayudes a bajar", pero su voz reflejaba más enojo, comencé a gritar y señale a la cima del árbol para que ellos los vean, pero no fue así, decían que no había nada ahí. Lo voz volvió a decir con mucho más enfado "Ayúdame a bajar, no quieres que me enoje", fue cuando me levante salí corriendo y gritando quería estar lo más lejos posible de ese lugar.

Corrí tan rápido que no sabía a dónde ir, la gente se me quedaba viendo impactada, pero no paraba por nada. Voltee por un segundo Rodrigo y Diana corrían para alcanzarme, detrás de ellos estaba el profesor del árbol, aumente mi velocidad y choque con Samanta.

- ¿Diego? ¿Qué pasa? - Dice ella algo estupefacta.

- No es nada importante. - Respondo.

- Dime ¿Hay alguna razón por la cual corrías así?

- Ninguna, solo que me gusta correr como loco.

- Pareciera que estuvieses huyendo de algo, te noto muy acelerado y te ves muy pálido.

- Casi me mordía una serpiente por eso estoy así.

- ¿Seguro? - pregunta con preocupación Samanta.

- Si, si lo estoy. - digo con un poco de seriedad.

- Bueno, si quieres vamos a comer algo, creo que es lo que necesitas. - Dice samanta en tono amable.

- Gran idea, suena bien. - Respondí con una leve sonrisa.

El Aura DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora