Elenia.
20 años.
Mujer.¿Alguien la escuchó gritar?
Su amor de miradas podía interpretar,
sentía que sólo Orlando la podía salvar.
Es que nunca nadie la miró tanto,
nunca se sintió como algo visible.
Toda su infancia marcada por el bullying,
tantos insultos que la llevaron a la depresión extensa.
Tantos defectos que se hicieron presentes frente al espejo,
el odio a si misma fue la peor reacción.
La autoflagelación fue su mejor amiga.
Durante años las lágrimas corrían,
sólo cortándose ya no dolía,
hasta que despertaba y todo se repetía.
Más que algo grave de su situación,
lo grave era el tiempo.
Nueve años sangrando en el baño.
Veintidós intentos de suicidio tatuados en sus piernas muñecas.
Las caderas no tuvieron salvación,
"Son estrías"
más de una vez se excusó.
"Fue el gato"
Escondía sus brazos en largas mangas.
"Estoy bien"
Fingía sonrisas para que su navaja no le arrebataran.
Ya no hay espacio para más cicatrices,
ya no hay color en sus ojos grises.
A los quince creyó que la irían a socorrer,
un puñetazo le hizo comprender,
que en su infierno estaba condenada a arder.
Su vida ya no tenía sentido,
de sangre siempre se manchaba su vestido.
Se pasaba en la sala de castigo,
prometiendo a dedos cruzados que jamás volvería a sentir en sus muñecas el filo.
Miraba el carmesí gotear brazo abajo,
caminaba haciendo un camino de auxilio,
las cicatrices no alcanzaban a borrarse,
su piel volvía a separarse.
Orlando le hacía sentir importante,
algo superior a un humano punzante,
pero estaba demasiado rota.
Su sangre no daba abasto,
apenas quedaban gotas.