Sueños destructivos

Capítulo 14.

De reojo puedo observar como una chica pelirroja empieza a moverse contra el cuerpo de Jack. Jack ni siquiera sonríe, su cara está teñida por una indiferencia abrumante. Esa chica se mueve realmente bien, seguro que en el fondo lo debe estar disfrutando.

-Guapa ¿quieres una cerveza? -un chico rubio se acerca a mí con una botella de cerveza en la mano, sonriendo de forma claramente forzada.

-No acepto bebidas de desconocidos -

-¿Por qué? -

-No sé, quizás porque podrías ser un psicópata que me ha echado algo en la botella -él se ríe pero yo no le encuentro la gracia, tan sólo me limito a mirar por encima de su hombro.

-Si quisiera llevarte a la cama no necesitaría usar polvos mágicos -su comentario me llama la atención y aún más el tono que emplea, algo desesperado.

-¿Cómo estás tan seguro de ello? -

-Porque harías cualquier cosa por ponerle celoso -su mirada se dirige a donde antes estaba la mía. Mierda ¿tan mal se me da disimular?

-Te equivocas, es él el que quiere vengarse por haberme visto bailando con un chico -me defiendo -No somos nada, si eso es lo que piensas, pero a mí jugando no me gana nadie -

-¿Así que tan sólo es eso para ti? ¿Un juego? -

-¿Y a ti qué más te da? No intentes entenderme porque no lo vas a conseguir -gilipollas -Si esta es tu forma de ligar pierdes el tiempo, al menos conmigo -me dispongo a irme pero su mano me detiene.

-Perdona, mi intención no era molestarte -sonríe -¿Empezamos de nuevo? -tampoco tengo nada mejor que hacer así que me quedo -Mi nombre es George -

-Heaven -contesto.

-Wow, es la primera vez que lo escucho... Un nombre muy prometedor -ríe.

-Supongo -

-Bueno... ¿Quieres bailar? -propone.

-Eres demasiado educado, no deberías estar aquí, seguro que tienes a alguien esperándote en casa -parece que esto último le molesta porque, por unos segundos, su sonrisa desaparece.

-Eso es cosa mía -gruñe. Yo me limito a bailar, pasando por alto su reacción.

Bailamos durante toda la noche, bueno, si es que a esto se le puede llamar bailar. Son pasos ridículos pero divertidos. Tengo que admitir que al final me lo he pasado bien. De hecho, la noche se me ha pasado volando, hacía tiempo que no me divertía tanto, pero, como todo lo bueno en mi vida, tiene fecha de caducidad.

La discoteca cierra y salimos a la calle, de reojo puedo observar como Jack se aleja con esa chica pelirroja. Su mano está en la cintura de ella y no paran de besarse, son como lapas. En uno de esos besos los ojos de Jack se posan en los míos. Siento una pequeña molestia en el estómago... Seguramente me habrá sentado mal algo. O la falta de algo.

-Ha sido un placer conocerte -sus palabras me hacen recuperar la conciencia, recuperando el orgullo que por unos segundos había perdido -Tengo que confesarte que no eres el tipo de chica que me gustaría tener como pareja, por el simple hecho de que los rollos de un día no son lo mío y creo que tú ya tienes suficientes rollos con ese chico. Pero podemos ser amigos, no creo que tengas muchos -ríe -¿Me das tu número de teléfono? -

-Debería molestarme pero eso sería darle demasiada importancia. Me alegra no ser tu tipo, supongo que eso es algo bueno para ti -río amargamente -Pero no necesito amigos -su mirada se clava en Jack y la chica pelirroja, no les había mirado más de dos segundos en toda la noche, pero al hacerlo su rostro cambia. Sus ojos se cierran durante unos segundos y cuando los abre se acerca lentamente a mí, besándome con la desesperación que noté en un principio.

-¿No decías que no era tu tipo? -río muy cerca de su rostro.

-Besas muy bien... Y sigues sin serlo pero no tengo porqué negarme ningún placer, he querido besarte y lo he hecho -

-Pues ahora es a mí a la que le apetece algo -cojo su mano y le arrastro conmigo a la oscuridad de un callejón, besándole hasta que consigo arrinconarle contra la pared -Te haré olvidar a esa pelirroja por una noche -

Él iba a decir algo pero le callo con un beso. Supongo que le habrá sorprendido que lo haya descubierto, que haya descubierto que al fin y al cabo él y yo no somos tan diferentes. Ninguno de los dos sabe jugar limpio.