Sueños destructivos

Capítulo 20.

Al abrir los ojos me encuentro en una casa extraña, tumbada en una cómoda cama. Me levanto lentamente e inspecciono el lugar. Una foto suya me lo deja claro. Yo he estado aquí antes. Ella es cinco años mayor que yo. Se independizó a los veinte años. Por esa edad aún pasaba por mi casa algunos días. Recuerdo haberle ayudado a hacer la mudanza y recuerdo perfectamente que siempre nos reuníamos aquí para prepararnos para salir de fiesta.

Una foto en especial llama mi atención. La tiene enganchada en un corcho junto a otras muchas fotos nuestras. Pero esta foto tiene algo que las demás no, esta foto es de mi decimoquinto cumpleaños. Ahí ya era la chica de padres divorciados, incluso para ella. Ese día fue especialmente complicado...

El recuerdo se instala en mi mente y se convierte en algo tan real que siento como si lo estuviera viviendo ahora mismo. De hecho todo está exactamente como lo recordaba. La mesa llena de sandwiches de queso, nocilla, jamón... Sandwiches de todo tipo. Y patatas. También hay gente, mucha gente. La mayoría familia, personas que no recordaba y otras que ni siquiera conocía. No había niños de mi edad, sólo estaba ella, Lacey. Recuerdo pasar la noche anterior a este acontecimiento llorando y de hecho aún puedo ver lágrimas secas en mis ojos y unas grandes ojeras decorando mi rostro. Pero nadie le dio importancia, nadie se preocupó.

Todos estábamos esperando a que llegara mi padre. Habían decidido pretender por un día que no pasaba nada para así no joderme el día, pero lo que no sabían es que ya me lo habían jodido. Yo no quería ver a mi padre, ni a ninguno de esos supuestos familiares, ni siquiera a mi madre, yo tan sólo quería encerrarme en mi habitación, llorar y fumar como una loca y morir desangrada de algún corte mal hecho. Pero no, tenía que estar ahí, con esa maldita sonrisa que provocaba que mi garganta ardiera y me rompía aún más por dentro.

Mi padre llegaba tarde. Mi madre creía que no iba a venir pero me decía que no me preocupara, que seguro que habría tenido algún problema viniendo para aquí pero que lo acabaría solucionando y llegaría pronto.

No se equivocaba tanto puesto que en cuanto me dijo eso mi padre apareció por la puerta, sin regalo pero con una cerda como compañera. El muy cabrón se había traído a la mujer con la que le fue infiel a mi madre a mi puta fiesta de cumpleaños. En ese momento no daba crédito a lo que estaba presenciando, bueno, ni yo ni nadie, pero se me ocurrió que seguramente había llegado tarde porque se habrían parado por el camino para que ella le hiciera una mamada.

Eso destruyó lo poco que quedaba de mí. Si ese hombre era capaz de hacerle eso a su propia hija (además también iba borracho) por qué tendría que fiarme de nadie.

Mi madre se descompuso al verlos juntos. Se puso pálida, muy pálida y le entró un ataque de ansiedad, otro. Tuvieron que llamar a la ambulancia y se la llevaron. Yo tuve que quedarme con mi padre, la cerda y Lacey.

Lacey, la pobre, no sabía dónde esconderse. Intentaba ayudarme pero no sabía cómo. Le agradezco el hecho de que no me dejara sola con esos dos, como hicieron todos mis "familiares".

-Bueno... Te sentirás orgulloso ¿no? Me has jodido el cumpleaños, otra cosa que añadir a tu lista de logros -soné meditadamente tranquila, una tranquilidad que ahora me da hasta miedo. En ese momento era como una asesina cuando está a punto de matar a su víctima.

-Heaven... -susurró Lacey, cogiendo mi mano para intentar que me tranquilizara.

-No hables así a tu padre, niña -dijo la cerda. Mi padre no hablaba, su cabeza se mantenía agachada, su mirada era tan intensa que podría haber creado un agujero en la tierra.

-Tú cállate... -gruñí cabreada.

-No me amenaces, niña -su voz chillona arañó mis putos tímpanos, cabreándome como nunca nadie hasta ese momento lo había hecho.