Capítulo 16.

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Ese recuerdo de mi infancia se desvanece delante de mí, aprovechando que centro mi vista en los ojos de la niña. Mi mirada es correspondida y por unos segundos siento un punzante dolor en el estómago. Los segundos avanzan y siento como esos ojos cambian. El brillante color verde de sus ojos pasa a un segundo lugar, una nube de un color gris muy clarito tiñe sus pupilas. Ya no puede ser una niña... Mis ojos cambiaron, si mal no recuerdo, cuando tenía unos trece años.

Consigo deshacerme de su adictiva mirada y al hacerlo me sorprendo al darme cuenta de dónde me encuentro. Es el grupo de ayuda al que mi psicóloga del instituto me envió cuando tenía catorce años. Un grupo formado por otros niños con padres divorciados. La mayoría parecía que se sentía bien en ese círculo, contando sus problemas a personas desconocidas que supuestamente entendían por lo que estaban pasando, pero yo no era una de ellas. Nunca me ha gustado contar mis problemas y mucho menos a desconocidos.

Bien, ahora observa a todos los presentes y piensa, une los puntos. Une los recuerdos.

Vamos a ver... Esa chica sentada con las piernas cruzadas y con cara de pocos amigos soy yo. A mi lado se encuentra una chica rubia que no deja de llorar, la llorona, así la llamábamos... Espera ¿llamábamos? ¿No sería llamaba? Porque no recuerdo hablar con ninguno de ellos... O quizás ahora no lo recuerdo pero sí que había alguien con quien solía hablar.

Al lado de la llorona se encuentra un chico que no deja de observar a todos e intervenir en cada conversación, compartiendo su experiencia y restregando su fortaleza a los demás, el listillo de turno. A su lado se encuentra el empático, que lloraba cada vez que alguien lo hacía, era como si lo de los demás le afectara incluso más que lo suyo. Esas tres son las hermanas, el típico grupito de chicas que van de súper amigas, de "hermanas de sentimiento, no de sangre". Ese es el que lo ha vivido todo, que siempre intentaba quedar por encima de los demás contando sus experiencias personales, experiencias que todos se tragaban pero que sonaban tan absurdas como decir que los unicornios existen. Esa es la cabreada con el mundo, que intervenía de vez en cuando para reírse de otros, menospreciando sus experiencias personales. Recuerdo que la echaron al mes siguiente por pesada. Esos dos son los graciosillos, que contaban sus problemas con un tono cómico que a todo el mundo, salvo a nosotros, hacía reír a carcajadas.

Y ese chico y tú eráis los deprimidos, así os llamabais ¿recuerdas? Lo decidisteis el primer día. Sí, el primer día. Desde el primer momento conectasteis. Fuiste tú la que te acercaste a hablarle porque viste que era el único que no hablaba, el único que actuó exactamente como lo hiciste tú; mintiendo, diciendo que todo estaba bien, negándose a admitir que pertenecía a ese lugar.

¡El chico sentado a mi lado! ¡Es él! Ahora le pongo cara, incluso puedo ver en mi cabeza ese primer encuentro del que habla mi mente.

"-¿Con qué nombre te definirías, teniendo en cuenta a todos estos? –pregunta el chico en cuanto me acerco.

-Mmmh... Sería la deprimida, supongo que así es como ellos me ven, como ellos nos ven. Se compadecen de nosotros, imaginándose nuestra historia como la peor de las pesadillas –

-Y seguramente su imaginación no les da ni para acercarse un poquito a nuestras verdaderas historias –acaba él por mí.

-Y aunque así fuera no es de su incumbencia –

-Las personas y su manía de entrometerse en las vidas de otros –ríe. "

Esa fue nuestra primera conversación. Nunca nos llamamos por nuestro nombre, no hacía falta. Nuestra forma de empezar las conversaciones siempre había sido muy especial. Siempre, en cuanto se terminaba la sesión y antes de que empezara, nos reuníamos en el patio trasero a fumar.

Quizás si voy a ese patio consigo recordar algo más...

La sesión termina y me levanto al mismo tiempo que el chico que se encuentra a mi lado. Sin decirnos absolutamente nada nos lo decimos todo. Yo empiezo a caminar y él me sigue. Llegamos al patio y nos sentamos.

Nuestro banco, oh, nuestro banco. Dios, hacía tanto tiempo que no lo veía. Tú aún no lo sabes pero dentro de nada todo este lugar desaparecerá y con él vuestra amistad.

Ahí te equivocas. Lo recuerdo, lo sé. Sé por qué dejé de venir al grupo de ayuda y por qué volví a perderle la pista. Hubo un problema de papeleo con este local y lo acabaron cerrando y más tarde lo destruyen para construir lo que ahora es...

Una discoteca, tu discoteca favorita.

Exacto, mi discoteca favorita. Es irónico que un lugar que antes estaba dedicado a ayudar a las personas se convirtiera en algo tan tóxico como una discoteca.

Has pasado toda tu vida atada a tus recuerdos. ¿Te das cuenta ahora?

Me gustaría no ser consciente de ello pero lo soy. Esa voz tiene tanta razón que hasta me da rabia. ¿Cómo puedo haber vivido tanto tiempo atada a estos recuerdos sin ni siquiera ser consciente de ello? ¿Tan idiota soy?

Ese chico formó parte de mi pasado dos veces y ahora forma parte de mi presente. Tiene que formar parte de mi presente porque si no nada de esto tiene sentido ¿no? Mi vida ha estado unida a la suya desde que éramos pequeños. No me puedo creer lo estúpidos que hemos llegado a ser. Ni él ni yo nos reconocemos, como tampoco lo hicimos cuando nos volvimos a encontrar en el grupo de apoyo.

Pero ahora que lo sé ¿a caso cambia algo? Es raro que el destino nos haya unido tantas veces y nosotros sigamos evitando admitir que... Que pertenecemos al otro, que nuestro verdadero lugar está donde esté el otro. Eso mismo es lo que nos ha hecho comportarnos así, el miedo a admitirlo, el miedo a admitir que habíamos encontrado nuestro lugar. El miedo a admitir que nos necesitábamos...


Sueños destructivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora