Esperar no es la mejor de mis cualidades, pero todos estos días ya fueron suficiente espera. La sala que este lugar tiene como salón de encuentros es casi del siglo XV y.. Dios, como apesta a moho. Quiero ver sus caras una por una. Con él, primero, me basta por ahora.
La emoción es desesperante.
La puerta se abre.
–Tienes que dejar de venir tan seguido. Si tanto te preocupa deberías sacarla de una vez John... –Su expresión es de total sorpresa al darse cuenta de que quien está en esta silla no es John. No puede respirar profundamente. Rio ante el gesto. –Tú –musita con el poco aire que tenía–. Tú no... No puedes... Es imposible.
–Aparentemente no, querido –respondo sonriendo ampliamente y haciéndole un gesto con la mano para que se siente en la silla frente a mí.
–¿Dónde está John? –Pregunta mientras toma asiento–. Se supone que él estaría aquí, no tú.
–¿Ah sí? Debí equivocarme de nombre al entrar. Soy tan despistada a veces.
–No estoy para bromas.
–Yo tampoco, Abraham, yo tampoco. Así que la sabandija aquella sigue mostrando su nombre como una medalla, como si aún fuera parte de Bratva, ¿no?
Alza la cabeza y recupera la compostura.
–Eso nada te importa –dice solemne–. No es tu asunto, lo terrenal no se supone que tenga nada que ver contigo.
–Verás, eso es completamente discutible, mi querido Abraham...
–¿Él lo sabe? –Me interrumpe.
–¿Eh?
–Que si John lo sabe.
Está irritado. Sonrío con sorna.
–Por ahora no y es mejor que así se quede. Por tu bien es mejor que no le digas nada. A veces el perro debe quedarse callado por el bien de él y del amo.
–No me quedaré callado.
Me miro las largas y pulidas uñas. Luego, en cuestión de segundos lo tomo del cabello y le golpeo la cabeza contra el espaldar de su silla. Gime de dolor y pone sus manos en su cabeza. Regreso a mi asiento.
–Disculpa, ¿Qué decías?
–¿Qué quieres? Anda, dilo ahora.
–Saca a Anika de aquí.
–Sabes que eso no puedo hacerlo. No bajo las órdenes de John.
–Debe haber alguna manera, porque de no ser así haré una y créeme cuando te digo, Abraham, que el hecho de hacerla te perjudicará.
–N...No.. Puedo.
–Una lástima –digo mientras me pongo de pie caminando hacia la puerta–. Reza tus últimas plegarias esta noche, Abraham, no verás la luz del día. Agradable conversación como siempre. –Tomo el picaporte en mis manos y lo giro. Pongo un pie fuera.
–¡Espera! Sí... Sí hay una manera.
Me giro sobre mis talones. Mi mirada enfrentada a la suya.
–La única manera en que alguien externo puede sacarla de aquí es... Es con la muerte de John.
–¡Vaya! ¡Pero que fantástica noticia, querido! ¡Fantástica de verdad!
–Sabes que no podrás contra él. La última vez...
–No hubo última vez, Abraham. Aquí estoy, en pie frente a ti.
–Judith...
–Dile a John que le mando mis saludos.
Cierro con un portazo tras de mí.
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Cordura
Misterio / SuspensoLas pruebas por las que Anika debe pasar son fuertes, pero no sólo físicamente sino mentalmente. Escribir parece ser la única manera de salvar lo único que no puede ser herido: Su mente. Pero no está sola, y el no saber en qué confiar y en qué no...