13 de Octubre de 2005

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Dejaron este cuaderno para que escribiera lo que me pasara o pensara. Lo sé porque dejaron una nota diciendo eso expresamente. La fecha la sé porque estaba escrita en la nota también, lo cual me da escalofríos. Miré a la habitación que me rodea: es oscura, iluminada por el sol que entra por la ventana, la cual tiene gruesos barrotes, como era de esperar, e impide la comunicación con cualquier otra persona ya que, según noté, estoy a gran altura del suelo.

Iba de camino a una fiesta, lo recuerdo bien. Estaba llegando tarde así que tomé un atajo por un callejón que no estaba bien iluminado. Mi teléfono vibró así que lo saqué de la parte trasera de mis jeans, era un mensaje de... demonios, no puedo recordarlo. Sólo sé que decía ''Es preferible tarde a que te expongas al peligro. Una lástima que no puedas deshacer tus pasos'' y luego algo me golpeó la cabeza.

Dolor. Oscuridad.

Sea quien fuere el que mandó el mensaje, sabe algo de esto.

Apenas desperté, no hace más de unas horas, una voz dijo: ''Este es el comienzo, Anika. Puede ser tu fin, pero todo depende de ti''

Acto seguido abrieron la puerta y escuché gritos.

Una razón más para saber que todo esto no podía ser bueno. En mi interior existía una leve chispa de esperanza, algo que me decía que esto era una broma. Ahora sé que no lo era.

Salí de la habitación, temerosa de lo que me esperaba afuera, dando cada paso con cautela y mucho cuidado. El pasillo al que pasé estaba oscuro, una brisa sopló levemente haciendo que me estremeciera. Dos bombillas se encendieron, dejando dos pasillos a la vista.

Elige un pasillo —dijo una voz en alto parlante.

Me sobresalté. ¿Elegir?  ''¿Qué demonios encontraré?'' Me pregunté. Esto no podía ser bueno.

—¡Elige!

Tragué saliva. Miré a mi derecha; oscuro. A mi izquierda: oscuro. Cerré los ojos y lentamente me giré para quedar frente al pasillo de la derecha. 

—Camina hasta que te indique que te detengas, Anika —ordenó la voz con aún más autoridad.

—¿Qué pasa si no quiero ir? —Pregunté no muy segura de si me respondería.

Mi cuerpo se convulcionó y de un momento a otro estaba en el suelo. Cuando me detuve, instintivamente, mi mano fue directo al origen del dolor el cual era mi tobillo. Habían puesto un brazalete del tamaño de un reloj normal en mi tobillo.

—Pregunta contestada —dijo con calma—. Ahora haz lo que te dije.

Comencé a hacerlo y luego de unos cinco minutos de girar de derecha a izquierda unas tres veces me ordenaron detenerme frente a una puesta gris de metal con una abertura giratoria, como las de los barcos de carga.

—Ábre y entra.

Dudé antes de hacerlo pero igualmente lo hice. Al entrar, todo estaba oscuro, pero sentía un olor metálico y podrido, un olor como a carnicería. El pensamiento me dio un escalofrío.

Encendieron las luces.

No me equivocaba con lo de la sangre.

Habían dos chicos amarrados con cadenas a las vigas del techo. Arriba de cada uno rezaba una palabra. En el de uno decía «El Pecador»  y en el otro «El ''Ángel''». No pude evitar acercarme a uno de ellos, el ángel, y al hacerlo solté un grito de espanto. Tenía la piel cortada a tiras, sin duda fue golpeado con un látigo repetidas veces.

—¿Qué tan creyente eres, Anika? —Preguntó la voz del alto parlante—. Sabes, las mentiras son consideradas uno de los pecados más terribles en la vida, pero aun así parecemos incapaces de dejar de decirlas ¿No crees? —Mi respiración se volvió más pesada a cada segundo que pasaba. El olor a sangre me sofocaba de una manera terrible—. Tú puedes dar fé de ello, ¿verdad?, hasta los ''Jajaja'' de una conversación son falsos.

»El pecador. Un chico que engaña a las lindas niñitas como tú para luego acostarse con ellas. Cosas como poner pastillas raras o gotas peculiares en sus bebidas. Las dejaba sin ningún remordimiento tiradas en una cama de hotel y luego se iba, llevándose sus ropas con él, haciéndolas pasar la peor vergüenza de sus vidas.

»El Ángel, quién como puedes ver tiene su nombre entre comillas, es amigo de El Pecador. Solía ayudar a las chicas a las que luego, cuando pensaban que habián pasado por lo peor, este chico las sobornaba con fotos que habían tomado a lo largo de la noche. Todo un encanto, ¿no crees, Anika?

Me pasé una mano por el cabello. Uno de los chicos tosió y me miró. Sus ojos oscuros se clavaron en mí y sentía que me pedía ayuda, pero no podía moverme y sabía que si lo hacía me darían otro choque eléctrico.

—Tu prueba empieza ahora, Anika —continuó la voz y por un momento me pareció que se divertía con todo aquello—. ¿Ves aquella mesa a tu derecha? —Sí, la veía. Tenía todo tipo de objetos filosos: Dagas, cuchillos, navajas, etc— Vas a elegir a uno de los chicos y cortarlo a morir.

''¿Qué? No, no. Por favor, no. Tiene que estar bromeando.'' Pensé.

—Dos cosas para recordar. Primera: Ambos chicos viven con sus madres. Ellas son viudas, están enfermas, la perdida de sus hijos les dolería aún más que la pérdida de sus respectivos esposos. Segunda: Si no matas a ninguno, mueres tú y nos encargaremos de que nadie te encuentre nunca. Tú decides.

No me parecía justo nada de aquello. Las cosas no podían ser así. Era una prueba, simple y sencillo, una prueba de sangre.

¿Por qué debían decirme lo de sus madres? Hubiera sido más fácil si mi conciencia no tuviera nada de eso en cuenta. Luchar para sobrevivir, eso era todo. Pero eso iba a causar dolor a sus madres que habían perdido ya a alguien.

Sólo elige dijo El Ángel con dificultad y con la garganta ahogada en sangre. Es más fácil. Yo sólo quiero dejar de sufrir este infierno, lo merezco, mi amigo no. Él sólo seguía mis órdenes, disfrutó con ello, sí, pero era para luego yo pudiera sacar dinero de ello. Sólo hazlo repitió.

Lo miré a sus ojos oscuros de nuevo. Era duro pero me rogaba que lo hiciera. Tal vez el dolor que sentía de los latigazos era más de lo que podía soportar. Tomé una de las dagas...

Ve directo al cuello dijo—. Rápido y sin tanto dolor. No titubees. Te harán daño y no mereces pasar por eso.

Me acerqué a él. Cuando levanté la mano vi a el pecador sonreír y entendí todo. Todo era mentira. Las cosas eran al revés. El ángel vio el siguiente movimiento en mis ojos pero no podía detenerme; no merecía nada de esto, él no.

Me giré y clavé la daga justo en el cuello del pecador y luego la deslicé hasta el otro lado. La sangre brotó a borbotones. Había cobrado la vida de una persona.

Muy bien, Anika. Sonó de nuevo el parlante—. Sólo por ello, te has ganado un premio. Ve a tu dormitorio y en unas horas descubrirás que es. Duerme... si es que puedes.

Como es apenas obvio no puedo dormir.

Veo la cara de ambos chicos cada vez que cierro los ojos.

Enloquesco.

 

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