"—Anika, ¿amor?
—M... ¿Mamá? —La luz que la cubría me cegaba.
—¡Cariño! —exclamó en un gritito—. ¿Estás bien?
—Mamá, ¿qué haces aquí? —Pregunté. Quiero abrazarla, pero tengo miedo de que cuando lo haga desaparezca tan rápido como vino.
—Annie, debo decírtelo: tu padre, él es bueno.
—Mira lo que me hace, mamá. No, él no es bueno.
—Oh, Annie, linda... —se acerca y me acaricia la mejilla-. No hablo de John -dice y desaparece"
Me despertó la voz de Abraham por el altavoz.
—Hoy empezamos rápido —fue todo lo que dijo.
Ya no tenía miedo, pero mi sueño me dejó algo sobresaltada. ¿No habla de John?
Retiro rápidamente el pensamiento y la sensación, ya estoy comenzando a enloquecer.—Esto va a ser divertido, ya verás.
—"No puedo esperar" —dije para mis adentros.
La rutina de todos los días la repetí. Sal, camina, gira, sigue caminando. Detente.
—¿Ves esta puerta de madera?
—Uh... Pregunta capciosa... Sí, está frente a mí —me burlé.
—Muy graciosa —gruñó Abraham—. Vamos a lo interesante: dentro de esta sala encontrarás lo más parecido que hay a un arsenal de armas blancas, obviamente nada de armas de fuego.
—¿Por lo de la última vez?
—Exactamente. Reglas y pautas.
—Bueno saberlo, supongo —suspiré.
—Debes considerarte privilegiada, Anika, eres la única que puede hablarme y a la única a la que le respondo de todas las personas aquí.
Me quedé callada. ¿Qué debía decirle? ¿Gracias?
Luego se me ocurrió una pregunta.
—Abraham, antes de que abra la puerta, ¿podrías responderme una pregunta?
—Hmn... -Se quedó callado. Luego de unos largos minutos finalmente contestó—: Supongo que sí, no hará daño. Al menos no a mí.
—¿Tú eliges mis pruebas o te dicen qué quieren hacer conmigo? —Seguía sin entender por qué hablaba en plural, como si no supiera quién me está haciendo esto.
—Bueno, es algo de parte y parte. Como te has dado cuenta yo colaboro con las instalaciones y las herramientas, la idea principal la traen mis clientes.
—Ah...
—Bien, fin de las preguntas. Entra a la sala y escoge dos armas, pero procura que se complementen.
No entendía nada de armas así que supuse que al entrar entendería de qué hablaba.
Abrí la puerta y esta chirrió sobre sus goznes despidiendo polvo y hacíéndome toser. Frente a mí en todas las cuatro paredes de la pequeña habitación habían dagas de diferentes hojas, sables, espadas, puñales y demás cosas que no conozco pero que sé que se han usado en algún momento para torturar a alguien.
—Elige. —Su voz era apacible pero aún así demandaba autoridad y también estaba el cuento del aparato del tobillo y tal.
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Cordura
Gizem / GerilimLas pruebas por las que Anika debe pasar son fuertes, pero no sólo físicamente sino mentalmente. Escribir parece ser la única manera de salvar lo único que no puede ser herido: Su mente. Pero no está sola, y el no saber en qué confiar y en qué no...