14 de Octubre de 2005

63 7 0
                                        

 

Hoy no hubo pruebas. Hoy fue... tranquilo, a su manera.

 No puedo creer esto.

¿Mi premio? El chico. ''El Ángel''.

Desperté y lo vi en el suelo frente a la cama; noté con cierto alivio que tenía vendadas sus heridas. Sus largas pestañas se movían en sueños y respiraba profundamente. Con suerte estaba soñando algo pacífico antes de regresar a este lugar. 

Deslizaron un sobre bajo la puerta, dentro de él una nota de color rosa y escrita a mano:

Las pruebas pueden ser más fáciles de completar si no estás sola. ¿Podrás confiar en él sin tener en cuenta su historia?

Tu decisión...

PD: No temas preguntar. A estas alturas ¿qué importa saber un poco más de algo? Nadie te asegura que sigas con vida por mucho más.

–OP.

Justo cuando acabé de leer la nota, el chico se despertó sobresaltado mirando a su alrededor con desesperación. Sus ojos brillaron con una mezcla de terror, rabia y angustia al verme sentada en la cama viéndolo fijamente.

—T... Tú —tartamudeó sobrecogido por la sorpresa—. ¿Por qué estoy aquí? —Se puso de pie lentamente sin dejar de mirarme, como un animal, intentando anticipar un movimiento peligroso o agresivo.

—No lo tengo muy claro —respondí y mi voz sonó tan tranquila como esperaba—. Sólo me dieron esto.

Le di la nota y al acabar de leerla me miró con desconfianza:

—¿Los viste? Me refiero... ¿Te lo dieron en la mano?

—N.. no... lo dejaron en un sobre y lo pasaron bajo la puerta.

Dejó caer la nota al suelo y se pasó las nerviosas manos por el cabello. Lanzó un largo suspiro.

—Bueno, es hora de una pequeña charla para dejar ciertas cosas claras entre ambos ahora que somos... bueno, somos...

—Compañeros de supervivencia —propongo con un hilo de voz.

—Sí, eso. —Alzó una comisura de su boca y vi lo guapo que era, con su cabello liso y despeinado, aún con moratones y sus labios morados. Luego recordé lo que él y su amigo le hicieron a esas chicas; ahora entiendo por qué les fue tan fácil. Me sentí asqueada.

—Bien —continuó él—, comencemos por lo básico: Soy Neo. —Estiró su mano.

—Anika —contesté estrechándola y observándolo con cierto recelo cuando se sentó a mi lado.

Me moví un poco hacia atrás.

Él lo notó y su cara cambió a algo parecido a la derrota.

—Sé que no puedes confiar en mí —susurró—, y no te culpo, pero no me juzgues; estamos juntos por algo. Sin Aaron, el pecador, no le debo nada a nadie; saldé mis cuentas...

—¿Cuentas? Vamos, has de contarme toda la historia si en serio pretendes que confíe en ti.

Su cara se volvió un gesto adusto.

—Son cosas personales, si no te importa.

—''Son cosas personales'' un demonio —contesté irritada—. En este momento no podemos darnos ese lujo. No luego de... luego de que yo...

—Me salvaste la vida, me concediste un indulto. Te debo esto.

¿Hablaba en serio?

—No, no me debes nada. No soy él, Alan, o como quiera que fuera su nombre; eres libre... Al menos mentalmente.

—Tendré eso en cuenta. Y es Aaron —contestó con diversión y se levantó de la cama—. Debes saber algo —su expresión sombría me puso los pelos de punta—: Si esta prueba te pareció terrible, se pondrá peor. Tal vez, al ser dos personas, nos sea más fácil... o más difícil.

Asentí y entramos en un silencio que se sentía necesario y liberador. Me quedé mirando hacia la ventana, viendo como el atardecer daba un color naranja en degradé: de pálido a oscuro. El ruído de nuestras respiraciones se mezclaba con los lloriqueos y golpes que venían de algún lado.

—No estamos solos, ¿no es así? —Me animé a preguntar al fin.

—No —respondió—. Tal vez debería hacerme sentir mejor el hecho de saber que no soy el único que sufre pero no me gustaría que nadie sufriera más nada. —Miraba con detenimiento sus manos, pensativo, negando con la cabeza debe vez en cuando.

Luego de un momento, preguntó:

—Yo estoy aquí por lo que hice a esas chicas. —Su tono se volvió sombrío— Aaron igual. ¿Qué hiciste tú?

Abrí la boca para responder pero la cerré al momento.

—No lo sé —respondí dándome cuenta de que no había pensado en ello con tanto empeño como habría de esperarse.

He tenido peleas con muchas personas a lo largo de mi vida, pero siempre he arreglado las cosas, siempre he intentado hacer todo bien. No tengo idea.

—No lo sabes —respitió él con desdén—, no eres tan santa como cualquiera pensaría.

—Tal vez es un error...

—Sea quien fuere el que nos metió aquí —me interrumpió— no comeió un error. Te lo aseguro.

Decidí darle la espalda e intentar dormir. 

Desperté hace unos minutos a escribir sobre este día. Me sorprendió saber que a Neo también le dieron un cuaderno para hacer lo mismo. El suyo está más lleno, por supuesto, ha estado aquí hace más tiempo. No me ha dicho cuanto y no quiero preguntar. Acordamos no ver qué había escrito cada quién. Es como nuestro diario personal. Un diario extraño y retorcido que, a fin de cuentas... no era para nosotros.   

 

 

 

CorduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora