15 de Octubre de 2005

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Dios, como me duele escribir esto...

Abrieron la puerta lentamente. El primero en levantarse fue Neo.

—Vuelven a empezar —susurró—. Vamos.

Fragmentos de mi última vez fuera de este espacio llegaron a mi cabeza y me estremecí.

—Tengo miedo —confesé.

Neo me miró, tomó mi mano y la apretó un poco:

—No te diré que estaremos bien porque ambos sabemos que no será así, pero debemos ir antes de que nos... saquen a la fuerza.

Bajé la mirada a mi tobillo.

Sabía a qué se refería.

—Vamos entonces —contesté y soltó mi mano.

Al salir, la voz del parlante empezó a hablar:

—Toma el camino contrario que la última vez.

—¿Cuál camino? —Preguntó Neo.

—Ve hacia la izquierda —contesté.

—Primero el chico —dijo la voz.

Neo me miró y trató de sonreír para darme confianza. Intenté regresarle el gesto. Empezó a caminar hasta que las bombillas que colgaban sobre nosotros no lo iluminaban más.

—Ahora la chica. —La voz sonó algo divertida esta vez.

''Esto no puede ser bueno'' pensé.

Caminé varios minutos, bajo una tenue luz natural que se filtraba. Escuchaba los pesados pasos de Neo algo más adelante, sonaba como si arrastrara sus pasos entre giro y giro por cada pasillo, hasta que la voz nos ordenó detenernos.

Una bombilla se encendió, pero sólo estaba yo bajo su luz, no Neo. Frente a mí una puerta.

 —Entra.  —La experiencia anterior mantiene mi corazón a mil por hora. 

Abrí la puerta lentamente, tanteando qué había al otro lado; como era de esperar: Oscuridad.

El suelo estaba pegajoso, demasiado. A cada paso que daba, la sustancia se adhería a mis pies desnudos. Y de nuevo el pensamiento: ''esto no puede ser bueno''.

Encendieron las luces.

Capté pocas cosas primero mientras mis ojos se adaptaban a la luz, paredes de desportillada baldosa blanca, cubiertas con plástico transparente y en estas, sangre. Estaba seca, pero mal limpiada, tenía la apariencia de una acuarela. Al cabo de un momento mi visión se adaptó y lo que ví me dejó helada:

Una señora de unos 40 años estaba amarrada por las muñecas en el borde de unas gruesos tubos de metal que se encontraban adheridos al techo y sostenida sobre una lisa mesa de metal que podía apenas podía tocar con los dedos de sus pies, resbalaba en ella. Alzó la cabeza y tenía la cara completamente llena de picaduras de abeja, sus cabellos caían sobre su cara, sus ojos, inyectados en sangre, me miraban con desesperación como si intentara decir algo, pero no podía... su boca estaba cosida desde el borde de su labio superior hasta el del labio inferior.

 —Anika. —Giré la cabeza y allí estaba Neo, observando aun hombre.

Este estaba amarrado a otro tubo con los codos hacia atrás pero este estaba adherido a una de las paredes laterales. Su mandíbula estaba cubierta de sangre, sus manos habían sido quemadas al igual que sus pies. Neo se agachó y observó al hombre más de cerca, él no se encontraba sino a unos cuantos pasos de distancia de mí, vi el movimiento de sus labios y supe que había formulado una pregunta. El hombre negó con la cabeza y abrió la boca; Neo cerró los ojos  y se acercó a mí:

CorduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora