No calles jamás el cantar de tus aves, Americana.
No dejes que te roben el rocío de tus prados.
Eres más dueña que todos los conquistadores
y por tu mano vive aún un clavel en la mañana.¿Que unos ojos de hulla, has dicho, te robaron el alma?
¡Quién con su gallarda perfidia pudo dañar el pétalo!
Te deben kilos de oro, y una perla de los Andes
¡te deben un continente de cabelleras canas!