Te busco:Oh dulce Americana, los versos no bastaron para dejar de soñarte, sin embargo, aún me martillan tus lágrimas, aún siento tus gemidos colarse por la inexplorada inconsciencia.
Te escribo Americana, porque todavía no te hallo (cuando logro encontrar alguna pista, algo me la arrebata), y por tal, no puedo hallarme a mí mismo. Es difícil, estas tierras se vuelven cada vez más inhóspitas. Ya no se puede cerrar un ojo para ver más claras las estrellas. Imagínate que quedo encerrado en la misma casa de mi abuela, y, entre ese silencio, no puedo conocerla; el polvo está consumiendo los recuerdos, las manos, los pies, los cántaros, los auxilios; los humos nos están matando el espíritu sin dejarlo siquiera hablar.
Americana, nos libramos de amarras, para encadenarnos (¡esto es una cosa de voluntad! Otros, siguen luchando, pero son acallados...)
Tus hijos parecen londras que mueren apenas alcanzan a divisar el ocaso; tus ancestros fueron demolidos por la plata y una mano (son varias) nos quita las flores.Sepas tú, Americana, que no dejaré de buscarte y de reunir a cada espíritu que ha sido violado; estas tierras nos pertenecen, nuestra gente sufre, ¡ay no sabes cuánto, Americana! Sufren.
Se pierden ángeles, se cortan lenguas y se vuelven cenizas los telares milenarios de las ancianas; aquellos plantíos por donde paseaba la primavera, se van consumiendo y se consumen y ¡se consumen!Quiero la primavera devuelta en tus arrollos; quiero la primavera devuelta en los volcanes y montañas que te visten.
Te quiero con nosotros, te quiero viva de nuevo, ¡te quiero nuestra!