Estimado:
Es pertinente (quizás un poco apremiante) hablarte como se les habla a las cosas de la existencia.
He querido hablar contigo en una acción de tregua y condolencia; no puedo andarme peleando contigo, si ya la batalla se ha librado desde los primeros ojos, cuando aún bebés, logramos tocarnos y sentir que la materia nos separaba. Desde ese momento, intuimos que nunca seríamos uno, pero cada uno sería con el otro. Sin embargo, pronto comenzamos a cuestionarnos (¿qué idioma o lenguaje o éter habrás ocupado? No te niego que me he imaginado las cosas que harías cuando terminásemos de vernos. Es muy extraño todo, sé que a veces te quedas de pie, anhelando traspasar esta agonía de la materia, para abrazarme o qué se yo... [si acaso tú me quisieras]
¿Te das cuenta que tu abrazo hubiese sido suficiente para curar cualquier sufrimiento?
¿y si estamos separados, porque juntos ya no necesitaríamos que el mundo nos abatiera?)... y creímos que nuestros mundos eran un monstruo sin dominaje.La condolencia va, porque he decidido morir cuanto sea necesario, y lamento totalmente desgarrarte de mí sin antes preguntarte ( pero ¡cielos! Como si preguntar no fuera suficiente.).
Es una condolencia egoísta sí, empero ¿qué sería del ego si te conociera lo suficiente? ¿acaso, no se nos caería lo poco de realidad que creemos conocer?
Es una condolencia sí; jamás pude decirte, o siquiera amarte, o cantarte alguna canción desvelándome lo último que me quedare de garganta.
Pude, poder, podré, como si contigo el tiempo importara. ¿Y si te digo que al fin he descifrado el tiempo en tus ojos?...
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