Capítulo 10

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El jueves fue un día muy ajetreado. Por la mañana, vi a Harry, como siempre, y le tuve que recordar que habíamos quedado el viernes por la tarde. En efecto, no lo recordaba, como él me dijo.

Creo que tiene un problema con la memoria, porque sino no me explico qué es lo que puede pasarle. Aún así, quiero seguir teniendo paciencia con él, y esperar a que me hable de lo que me quiera hablar. Supongo que me querrá contar lo que le de verdad le pasa, ¿no? Me lo querrá confesar. O eso espero, porque no aguanto más esta incertidumbre.

Fui a las clases que me tocaban esa mañana, cómo no, un coñazo. Terminé de comer y enseguida me fui a mi piso, cogiendo el ordenador. Vi algunos trabajos que podrían servirme para ganar algo de dinero hasta que consiguiera algo más serio. Lo que más busqué era en restaurantes, hoteles...cualquier cosa de servicio público. No me importaba trabajar duro para conseguir dinero.

Harry no salía de mi cabeza en ningún momento. Y pensar que mañana hablaríamos y tendría algo que decirme me ponía aún mucho más nervioso. No podía esperar al momento en el que soltara por esa preciosa boca que tiene todo lo que tiene que decirme. Quería que el tiempo se pasara rápido hasta el viernes por la tarde, pero pasaba demasiado lento.

Escribí varias cartas a algunos de estos trabajos que encontré en internet, haciéndolo lo mejor que pude. Espero que pronto me dieran alguna respuesta.

El resto del día seguí desempaquetando, y luego me pasé toda la tarde con Zayn. No tenía mucho que hacer aún.

Por fin viernes. No había dormido nada pensando en lo que tendría que decirme hoy Harry.

Por la mañana, encontré a Harry de nuevo, con su móvil, y fui hacia él.

-Buenos días, Haz.

-Buenos días, Lou. -Me dio un largo beso en la mejilla.

-Harry, esta tarde habíamos quedado, ¿recuerdas?

-No... ¿para hacer qué?

-Querías hablarme de algo importante.

-Oh... sí, claro. Esta tarde. ¿Tienes algún sitio en especial?

-No...como tú prefieras. Mejor un sitio tranquilo donde poder hablar.

-Claro...am... -se quedó pensativo.

-¿Quieres venir a mi nuevo piso? Estaremos solos. -Vaya, eso ha sonado como no quería que sonara.

Pero parece que le ha hecho gracia, porque una sonrisa enorme se dibuja en su cara.

-Claro, perfecto. ¿Quieres que vaya yo o...?

-Como quieras, si quieres ahora te mando un mensaje con mi dirección.

-Claro, sin problema. ¿A las cinco?

-A las cinco.

Se queda mirándome un segundo, y se muerde el labio. Noto cómo mi corazón se dispara, y me quedo sin respiración. Se inclina por la diferencia de altura, y me da un beso debajo de la oreja.

No, no, no. ¿Por qué ha hecho eso? Dios mío. Sí que parece que algo le atraigo. Aunque sea algo.

Entre clase y clase le mando un mensaje con la dirección, mientras descanso de esta tortura. Ese día las clases se me hicieron interminables, porque no paraba de pensar en lo que pasaría esa tarde.

Sin embargo, tuve una idea. Un poco precipitada, pero no podía sacármela de la mente. Tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo porque era la ocasión perfecta. Y no me importaba lo que pasaría después.

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