En medio del puente de la ciudad pasado el atardecer ella le pide a su amor que la lleve a algún otro lugar a pasar el tiempo. Él se sienta en la barandilla, una pierna en el pavimento y la otra suspendida en el aire, a lo lejos aproximándose la bocina del tren y las primeras estrellas dándole coraje, le pregunta:
-Mi amor, si lo hago ¿me seguís?
Ella sólo lo observa, confusa. Penetra su mirada en los ojos oscuros y saltones, casi locos deL hombre que cree amar. Le regala una última sonrisa y se da media vuelta, un intento en vano de ocultar las lágrimas amenazantes. Así baja el puente, tomándose su tiempo para escucharlo.