Prólogo

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PRÓLOGO

La gran puerta del Instituto se abrió y tres figuras femeninas ingresaron por ella. Avanzaron por el largo pasillo. El sonido de su calzado, golpeando contra el suelo, era lo único que se oía. No había nadie en el lugar. La pequeña caminata finalizó cuando las tres estuvieron frente a la puerta de madera que venía acompañada con un cartel que decía "Secretaría". Una de ellas, tocó.

—Pase —se oyó del otro lado. Era una voz suave que, desde el mismo tiempo que se escuchó, fue mal recibida por las muchachas.

Abrieron la puerta y pasaron. El lugar era grande, bastante grande. Las paredes estaban pintadas de azul y el techo de blanco. Había algunas plantas, que poseían flores de varios colores y formas. Había un sofá, bastante extenso, con algunos almohadones y una mesa de madera oscura en el centro. En una de las paredes estaba integrada una puerta y el cartel presente en esta decía "Dirección". Cerca de esa puerta, había un escritorio. Una mujer se encontraba tras de él. Las chicas fijaron su atención en ella.

Su cabello era castaño y claro y cubría ligeramente su rostro. No las miraba, su atención estaba fija en una hoja de papel que se encontraba en el escritorio, sobre la cual, estaba escribiendo.

De repente, paró. Elevó la vista y la fijó en ellas. Sus ojos, verdes con pintas marrones, las recorrió de un lado hacia otro, como estudiándolas y tratando de descifrarlas.

—¿Puedo ayudarlas? —preguntó.

Una de ellas iba a hablar, pero se detuvo al detectar un aroma muy particular en el aire, que no podía provenir de una planta, un perfume o un aromatizante, como en ese momento lo había deseado.

Ángel —le dijo, mentalmente, una de las chicas a las otras dos—. Ella es un ángel de la Paciencia.

—¿Puedo ayudarlas? —repitió la secretaria.

Una de las muchachas avanzó hacia adelante. Su cabello, oscuro como la noche, se movía suavemente de un lado a otro con cada paso que daba. Sus labios pintados de un tono rojizo de curvaron en una sonrisa.

—Venimos por el registro —dijo Izzy, mientras se observaba las uñas—. Según hemos sabido, tenemos todo este período para registrarnos. A menos, claro, que la información sea incorrecta.

Izzy volteó la cabeza lentamente hacia la secretaria, una mirada malévola se apoderó de su rostro. 

La secretaria tembló momentáneamente.

—Perfecto. El director las verá ahora —dijo tranquilamente. Abrió un cajón y saco tres papeles. Tomó una pluma y dirigió a las muchachas—. ¿Quién va primero?

Izzy avanzó lo poco que le quedaba hasta llegar al escritorio. Tomo una de las formas y rellenó los campos que le indicaba la secretaria. Luego, entró en la oficina del director.

—Ustedes dos —las llamó la secretaria—. ¿Quién sigue?

Ambas se miraron.

Los ojos café de Dalia se desviaron hacia la secretaria. Con una señal le indicó que ella sería la siguiente. La secretaria asintió y volvió a concentrarse en el papel que, en un inicio, escribía. Dalia se acomodo su castaña melena por detrás de los hombros y jugó con sus dedos mientras esperaba. Su apariencia angelical, no permitía imaginar el peligro que se escondía detrás.

Al cabo de un rato, Izzy salió y Dalia se acercó a la secretaria, tomó su forma, rellenó con los datos que pedía la secretaria y entró a ver al director. Cuando salió, fue el turno de la tercera muchacha.

Esta se levantó y se dirigió a la secretaria.

Las botas altas con tacón, el jean oscuro, la blusa negra y la chaqueta de cuero, negra, con tachas, le daban una apariencia ruda y de chica mala, pero que no se acercaba ni siquiera un poco a la gran maldad que se escondía por debajo.

Tomó su forma y la terminó de rellenar antes de que la secretaria dijera algo. Había visto y memorizado las acciones de sus dos amigas.

A continuación, se acercó a la puerta, tomó la perilla y se adentró en el lugar.

La oficina del director era amplia, aunque las plantas, las bibliotecas, el escritorio y los archivos ocupaban mucho espacio, haciéndola más chica de lo que en realidad era.

Caminó con pasos decididos a la silla que estaba frente al escritorio. El sonido de sus botas, golpeando el suelo, parecía ser el único ruido. Se sentó y se inclinó hacia atrás, apoyándose completamente el respaldo. Se acomodó su melena rojiza y la dejó caer sobre su espalda. Una vez acomodada, le dio al director su forma.

—¿Nombre? —preguntó este.

—Luci. Luci Hell —ella respondió. Sin embargo, no estaba mirándolo. Su vista estaba fija en sus piernas.

El director continuó.

—¿Edad?

—Dieciséis, casi diecisiete. Los cumplo en unos meses. —Luci aún no lo miraba.

—Bien. Y dime, ¿cuáles son tus propósitos o intenciones para este año?

—Los mejores. Solo quiero aprender a controlar mi Don cuando llegue y no causar problemas. Nada más. —La paz y tranquilidad con la que hablaba no le dejaba dudas al director. Estaba convencido de que decía la verdad, sin embargo, lamentablemente, él no era capaz de ver bajo ese manto de mentiras, aunque, la mayoría de las veces, nadie lo era.

—Bien. Última pregunta. ¿Nombre de tu padre o madre?

Sus labios, rosados y sin maquillaje, se curvaron en una sonrisa que decía más de lo que demostraba.

—¿El nombre de mi padre? Fácil. —Luci rió—. Lucifer. —El director se tensó, en su mente la idea de que ella bromeaba le daba muy poca seguridad. Luci elevó lentamente la cabeza y sus ojos verdes y brillantes se concentraron en él—. Pero creo que usted también lo conoce como el diablo.

Luci pestañeo y, al abrir los ojos, el director observó como sus iris de color verde, habían sido reemplazadas por unas iris de color rojo, que parecían emanar fuego.

"Nunca confíes en un demonio"

***

N/A: Hola! Esta es una de mi primera historia del género "fantástico" Espero les haya gustado el prólogo.

Gracias por leerme.






La Hija del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora