Capítulo 23

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Maratón 2/2

Capítulo 23

UN TRATO ES UN TRATO

—No sé quien te invitó pero... —un chico abrió la puerta. Era alto, un par de centímetros más que ella, tenía los ojos oscuros, casi negros y no traía puesta alguna camisa o remera que ocultara sus abdominales bien marcados. Lo que fuera que iba a decir se perdió en el aire al bajar su cabeza y ver a la pelirroja allí. Sus labios dibujaron una sonrisa peligrosa y se apoyó en la puerta entreabierta—. Oh, hola preciosa... ¿te has perdido?

Luci quiso golpearlo.

Entró sin decir nada, apartando al chico apoyado sobre la puerta y se paró a mitad de la habitación. No era tan grande y espaciosa como la suya, pero tenía un espacio considerable. Dos camas en diferentes puntas del lugar le dieron una idea de cuantos dormían allí. Estaba bastante bien decorada, habían hecho lo posible para quitarle a la habitación el toque antiguo que la caracterizaba, y lo habían logrado bastante bien.

—¿Pero quien es esta hermosura? —dijo un chico que estaba recostado en una de las camas. Estaba fumando algo envuelto en un papel negro, probablemente alguna sustancia demoníaca. Otros dos chicos estaban en un rincón, eran los que habían entrado antes y estaban bebiendo lo que fuera que habían en la botella que habían traído. Por último, un chico estaba sentado en la otra cama, y al lado de él había una muchacha pelinegra y de ojos celestes y brillantes. Reconoció al instante de que tipo de criatura se trataba, y se rió internamente de los chicos: era una Mineal, una especie de hada oscura al servicio de Asmodeo, el demonio que encarnaba al pecado capital de la Lujuria.

Luci hizo un chasquido con su mano y la Mineal desapareció. Al ser una criatura al servicio de los demonios fácilmente podía desaparecería si así lo quería, su poder se lo permitía. El chico se levantó de golpe y miró furioso a la pelirroja:

—¿Qué has hecho? No deberías meterte en asuntos ajenos que no te conciernen, podrías pagarlo muy caro...

Luci quiso reír ante aquella amenaza, sin embargo se limitó a buscar con la vista a la persona que había ido a buscar.

—Kendall. Barry Kendall, ¿quién de ustedes es Barry Kendall? —preguntó la pelirroja analizando cuidadosamente los movimientos y reacciones de los chicos allí presentes, buscando el mínimo indicio que delatara a la persona que buscara. No quería leer las mentes de aquellos demonios de dieciséis años que, por lo que veía, tenían alborotadas las hormonas y sus pensamientos con respecto a ella, suponía que no serían los mejores.

—¿Por qué una preciosura como tú me busca? —un chico de tez morena dio un paso al frente. Tenía una sonrisa muy notable en su rostro, estaba cruzado de brazos y con el pecho desnudo tal y como los otros.

Luci se volteó y lo miró fijamente.

—¿Barry Kendall? ¿el hijo de Paymon, cierto? —dijo. El chico sonrió y asintió. Luci se sintió satisfecha, localizarlo había sido considerablemente sencillo—. Bien, ven conmigo, vas a ayudarme con algo.

A pesar de haber terminado la frase, Luci no se movió. Sabía que seguramente se lo tomaría como una broma, que se burlaría, fingiría aceptar el trato pidiendo algo a cambio. Se preparó para ejecutar su plan B, el cual había planeado momentos antes de ingresar a la habitación y que incluía el uso de cierto objeto afilado y poderoso que tenía en su pantalón.

Unas pequeñas risas mezcladas con murmullos llenaron la habitación y como si fuera algo automático, varios de los chicos avanzaron escasos centímetros adelante. El muchacho Kendall avanzó indiscretamente, la sonrisa en su rostro se agrandaba cada vez más, y Luci notaba como sus pupilas temblaban, aquello era una señal, el chico esperaba ansioso un pequeño enfrentamiento verbal antes de sacar a relucir su arma más poderosa: su mismo poder jerárquico.

La Hija del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora