Capítulo 16

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Maratón 2/2

Capítulo 16

EL PRIMER ENFRENTAMIENTO

Parte 1

En los meses que habían pasado en el Instituto desde su llegada, las tres chicas habían llegado a la conclusión de que no había ningún momento en el día que pudiera ser tan calmo como la noche. Las únicas veces que las cosas se habían salido de control en los horarios nocturnos, había sido a finales de abril y a mediados de julio, cuando varios demonios se las habían arreglado para organizar fiestas en diferentes puntos del Instituto. Sin embargo, un descuido por parte de unos demonios de primer nivel había ocasionado que dos profesores entraran al salón donde la fiesta se realizaba justo a la mitad de esta. Los organizadores y —los que no lograron huir en el momento en el que ingresaron los profesores —fueron castigados y a todos los salones del Instituto se le puso vigilancia extra para evitar otro incidente como aquel —razón por la cual ya no se organizaban fiestas secretas desde julio—. Pero, fuera de aquella ocasiones, el Instituto había estado extremadamente calmo en las noches...

Hasta aquellas últimas semanas, en las cuales, los ataques habían empezado.

Los pequeños ruidos lejanos, parecidos a los ecos en las cuevas, se hicieron presentes en su cabeza. Varias imágenes aparecieron y desaparecieron con una gran rapidez; destellos de luz y habitaciones que no conocía, una ciudad de aspecto fantasmal y una criatura de gran tamaño, capaz de tomar las formas que quisiera. La imágenes se repitieron un par de veces, tan rápido como un destello y luego, cuando las imágenes desaparecieron y su mente parecía estar a punto de sumirse en una profunda oscuridad, llegó lo final: de repente, sintió un intenso dolor en el estómago, como si la hubieran pateado con fuerza. Se volteó bruscamente, chocando contra el helado piso de la habitación.

Izzy abrió los ojos en cuanto su rostro golpeó el suelo de madera de la habitación. Lo primero que vio fue el grueso escalón de madera —que indicaba el final de la habitación de Dalia y el inicio de la suya—, con el cual hubiera chocado de haber caído unos centímetros más al costado. A pesar de que la habitación estaba silenciosa, el frío aire helado la alarmó solo por un par de segundos, pues recordó rápidamente que habían dejado la ventana abierta antes de ir a dormir. Se concentró un momento en todo a su alrededor buscando algo inusual, sin embargo no encontró nada. Cerró los ojos y suspiró aliviada, pues no había rastro de la criatura con la que había soñado. Su mente empezó a crear la ilusión de que aquello solo había sido un sueño, y la Criatura no había cruzado la barrera ni tampoco lo haría.

Sin embargo, la ilusión no llegó a completarse.

La sensación de que alguien la pateaba en el estómago otra vez la hizo retorcerse en el lugar. Comenzó a respirar agitadamente cuando la sensación se esparció por todo su cuerpo. Duró unos segundos, que le parecieron interminables, y cuando sintió que volvía a la normalidad, reaccionó:

—Está aquí —susurró para sí misma.

Aquellas horribles sensaciones, efectos del hechizo que había realizado en la tarde, le indicaban que la barrera estaba rota. La criatura había cruzado desde su dimensión hasta la suya, lo cual, significaba que la barrera protectora que Izzy había conjurado ya se había activado, sin embargo, y para su disgusto, eso también significaba que la criatura ya tenía elegida a su victima y estaba allí para arrastrarla a su dimensión y allí empezar su tortura, en un mundo parecido al suyo pero mucho más peligroso.

La pelinegra se levantó con dificultad del suelo y se tomó unos segundos para estabilizarse. Luego habló, sin gritar, pero con un tono bastante alto:

—¡CHICAS! ¡despierten! —se acercó a la cama de Dalia y empezó a sacudir a su adormilada amiga—. ¡Está aquí!

Aquella pequeña frase fue suficiente para que Dalia se levantara de forma automática. Luci oyó la voz de Izzy y se levantó bruscamente. No le costó mucho despejarse y quitar cualquier rastro de cansancio que quedara en su rostro, puesto que apenas había conseguido dormir aquella noche.

—¿Qué ocurre? —preguntó mientras miraba el reloj. Eran las tres de la mañana.

Izzy dirigió su vista hacia ella y le respondió en un tono serio, muy inusual en ella:

—Nada bueno.

Y, inmediatamente después de que terminó aquella frase, ocurrió: un fuerte grito femenino se escuchó, un grito que desbordaba de terror y desesperación.

A pesar de que oían el grito fuerte y claro —consecuencia de su oído sobrenatural— este parecía ser distante, como si, quién lo hubiera soltado, estuviera muy lejos de ellas, en alguna zona apartada del Instituto.

Poco tiempo después escucharon varias pisadas en el pasillo. Se acercaron a la puerta de la habitación y la abrieron, solo para ver a varias chicas corriendo en dirección a las escaleras y varias puertas más abiertas. El pasillo, que minutos antes estaba oscuro y silencioso, en ese momento estaba completamente iluminado y concurrido, puesto que, al parecer, no solo ellas habían oído el grito sino que todos los ángeles y demonios del Instituto lo habían hecho.

Las tres chicas se miraron entre sí, y se dieron cuenta de que tenía la misma idea.

A una gran velocidad, esquivaron a todas las chicas delante suyo y bajaron las escaleras deprisa. Una vez en el salón principal, se acercaron lo más que pudieron a la puerta que traía el cartel "Habitaciones-Mujeres", puesto que había una gran masa de chicas allí, algunas deseosas de saber que había pasado, muchas más preocupadas y algunas asustadas. Otro grupo, más pequeño, había salido al pasillo, probablemente en busca de explicaciones o del lugar del cual provenía el grito.

Dalia se dirigió a la primera muchacha que se le cruzó, sus ojos claros y pelo rubio le daban una apariencia angelical mas su esencia gritaba ¡demonio!

—¿Quién gritó? —le preguntó Dalia con tono serio y demandante.

Los ojos de la chica se volvieron negros instantáneamente, estaba obligada a responder. Abrió la boca y comenzó a hablar mientras que desviaba su mirada a un rincón del salón, donde varias chicas trataban de calmar a una que estaba llorando.

—Creo que Aubrey Salas. Recién he pasado cerca de su hermana, la oí llorar. Se levantó con el grito, como todos, y lo primero que vio fue que su hermana estaba desaparecida. Le ha preguntado a cada ángel, e incluso a algunos demonios, nadie la ha visto. Probablemente fue ella.

Dalia asintió, les dio una señal con la cabeza a sus dos amigas y las tres volvieron a toda prisa a la habitación. En el camino, la idea de una conexión entre los ángeles atacados se hizo presente en la cabeza de las tres, sin embargo, a penas tuvieron tiempo para desarrollarla. Cada segundo era valioso, puesto que las Criaturas de los Sueños no solían demorarse demasiado cuando atacaban a su victima.

Llegaron a su cuarto más rápido de que pensaban, puesto que los pasillos de las habitaciones ya estaban vacíos. Las luces provenientes de los cuartos iluminaban los pasillos y se filtraban por debajo de la puerta de su habitación.

Luci se dirigió a su cama y tomó la daga que Gerald le había dado. Luego se agachó y tomó una pequeña caja de madera que estaba debajo de su cama. La apoyó sobre esta y la abrió, revelando el collar que su padre le había dejado y que en los últimos meses había usado menos de lo planeado. La piedra roja del dije, brilló en cuanto Luci se puso el collar y el humo negro se hizo presente. Si iba a pelear contra una Criatura de los Sueños probablemente le seria de gran ayuda aquello.

Dalia e Izzy se acercaron a Luci en cuanto se colocaron los zapatos que creían adecuados para aquella situación. Entre las tres formaron un pequeño círculo:

—¿Listas? —preguntó Luci. Las miradas serias y decididas de cada una, dejaban en claro la respuestas.

Luci tocó el hombro de sus compañeras y cerró los ojos. Se concentró en el lugar donde quería estar: el mismo lugar en el Instituto en el que estuviera la Criatura de los Sueños. Segundos después, las tres cerraron los ojos, para evitar los mareos, y desaparecieron.


La Hija del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora