❛ 𝐇𝐐 ! os. Donde yo te cuento unos pequeños relatos de tus personajes favoritos de esta serie ❜
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• Publicado: 11/09/2020
- Remodelado: 05/02/2021
- Reescrito: 04/10/2021
• Terminado: ...
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El gimnasio del Karasuno estaba casi vacío cuando la tarde empezaba a teñirse de naranja. Solo quedaba la joven sentada en uno de los bancos laterales, revisando un pequeño cuaderno lleno de apuntes. Había decidido quedarse un rato más después del entrenamiento, esperando a que la pasaran a recoger.
El eco de unos pasos rompió el silencio. No necesitó levantar la vista para saber quién era.
— ¿No tienes otro lugar donde estudiar? — preguntó Tsukushima, secándose el sudor del cuello con una toalla.
Ella sonrió sin alzar la cabeza.
— Estoy cómoda aquí — respondió ella—. Además, quería ver el final del entrenamiento del equipo.
El rubio frunció el ceño. El brillo tras las gafas dejaba claro que su sarcasmo ya venía cargado.
— ¿Ver? ¿A quién? ¿A Hinata destrozándose las rodillas o a Daichi gritándole al dúo idiota?
Esta vez sí lo miró.
— A ti, obviamente — contestó, con total naturalidad.
El bloqueador se quedó quieto un instante, con una expresión que variaba entre incredulidad y orgullo mal disimulado. Había un leve rubor en sus orejas.
— Tienes un gusto cuestionable —murmuró, mirando hacia un lado mientras se sentaba en el banco frente a ella.
A pesar de sus palabras, el chico de gafas no se movió de ahí. Simplemente se quedó, como si "casualmente" hubiera decidido acompañarla.
El silencio se volvió cómodo.
— Por cierto — comentó (N), cerrando su cuaderno — Hoy bloqueaste muy bien el ataque desde la izquierda. Ese en el que te dolió un poco la muñeca después.
El alto apretó la botella de agua. El comentario lo había tomado por sorpresa.
— Fue solo un mal ángulo —respondió él, fingiendo indiferencia.
— Aun así, te salió genial — reafirmó ella.
Los ojos dorados de Tsukushima parpadearon un segundo. Una mueca de molestia cruzó su cara, aunque todos los que conocían al chico sabían que en realidad era su manera de ocultar cualquier emoción sincera.
— No deberías decir cosas así – soltó al final, ajustándose las gafas.
La chica ladeó la cabeza.
— ¿Por qué no?
Él suspiró, como si lo estuvieran obligando a resolver un problema que preferiría ignorar. — Porque me distrae.
Ella abrió los ojos, sorprendida. — ¿Distraerte cómo?
El alto finalmente la miró. No había burla en sus ojos, solo una honestidad silenciosa que rara vez mostraba.
— Si sigues mirándome así durante los entrenamientos... voy a terminar equivocando mis cálculos — confesó, cruzándose de brazos como si quisiera protegerse de su propia sinceridad.
La risa suave de ella flotó en el aire. — ¿Y sería tan malo eso?
Él se encogió de hombros, dándose por vencido.
— Podría soportarlo — murmuró — si la razón eres tú.
El corazón de la estudiante dio un salto. Pero antes de que pudiera responder, el rubio se levantó, ofreciéndole el cuaderno que ella había dejado a un lado.