C12: Acecho

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Miércoles 28 de noviembre 05:30 a.m. Malambo – Atlántico – Colombia

El nerviosismo poco a poco se hace protagonista; la incertidumbre ronda por la mente de todos los chicos que a pesar de haber llegado hasta allí cuentan con varias complicaciones.

Atónitos, hundidos en sus propios pensamientos, no se percatan que la puerta eléctrica se abre llegando justo como un rayo de luz esperanzador en el momento que más lo necesitaban.

—¿Qué significa esto? —Pregunta Edward confundido—.

—Eso ahora no importa —le responde el mayor de cabello rizado—, ayúdame con Arturo a cargar a Alan y llevarlo dentro.

—Esperen, ¿Qué se supone que hagamos con estos soldados? —Pregunta Silvio sin dejar de apuntarles—.

—¿Por qué no solo los atamos y los ocultamos? —Propone el menudo del grupo—.

—No me parece una mala idea —Alega el mayor—. Diego, en cuanto al personal ¿Cómo has visto el aeropuerto?

—Desde que llegué solo vi a algunos trabajadores, creo que también hay algunos familiares de los pilotos, pero nada más, recuerden los que les dije hace rato.

—Perfecto, entonces solo debemos ser precavidos y no llamar la atención.

Tal como lo planean, ingresan a las instalaciones; mientras un grupo utiliza una habitación de servicio para encerrar a los soldados; otro lleva a Alan a un lugar donde poder acostarlo.

—Muy bien, ahora solo debemos buscar la forma de extraer la bala.

—¿Cómo es que sabes eso? —Le pregunta Edward al miope—.

Sin despegar los ojos de la pierna de su amigo, le responde:

—He visto muchas series y documentales policiacos y de detectives, tengo algo de idea sobre el tema.

A la vez que piensan como proporcionar una curación a su compañero, el par de soldados logra zafarse de las cuerdas con que habían sido atrapados.

—Es momento de darle una lección a esos niños estúpidos.

—Señor, ¿No cree que lo mejor es avisar a la policía y que ellos se encarguen? Además, no creo que alguno de ellos sea mayor de edad.

El veterano le da un fuerte puñetazo a su compañero en la parte baja del abdomen dejándolo sin aire.

—Eres muy joven para saber cómo funcionan estas cosas, soldado De La Rosa. de momento quédate aquí, con esa actitud solo me serás un estorbo.

El resto se reúne con sus amigos y ven como Alan sigue quejándose por el ardor que le provoca su laceración, los constantes clamores llaman la atención de otro grupo que se encuentra en la sala de al lado, pronto llegan varias personas y observan la situación del jovencito, algunos lo miran con altivez; otros cuantos sienten lastima al verlo malherido; y solo uno se acerca a brindar ayuda.

—¿Qué fue lo que sucedió?

—Un mili... —Antes de que Andrés concluya, Jesús lo interrumpe—.

—Fue durante una pelea contra unos maleantes que intentaron saquearnos.

El tipo de tez clara como una nube y de hebras rojizas lo mira detenidamente y luego vuelve su vista al magullado:

—Necesito limpiar la zona con alcohol, denle una toalla a su amigo, no tengo anestesia, así que necesito que cuatro que tengan bastante fuerza lo sostengan, le extraeré la bala con estas pinzas.

Alan pone la toalla en su boca y la muerde, Edward y Arturo lo toman por ambos brazos, mientras que Silvio y Flavio le sujetan las piernas. El sujeto limpia la zona con un algodón humedecido con alcohol y le pide que tome aire, al hacerlo, introduce la pequeña tijera de metal en la herida. El adolescente reacciona ante el dolor causado por el instrumento mientras empuña sus manos y aprieta sus muslos.

Days Of The End© (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora