C17: Duelo y muerte

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El frío piso y la dificultad para respirar poco a poco dejan de importar, los inquietantes chasquidos del chocar de los dientes del infectado se dejan de escuchar. Hay un extraño murmullo y seguido nota que ya no hay peso sobre él, al abrir los ojos ve a varios de sus amigos que llegaron justo a tiempo, su vista se fija en el infectado y se sorprende al verlo decapitado.

—¡Qué bien! Llegamos justo a tiempo. —Expresa Alan sin disimular su asombro al ver los cuerpos del resto de infectados que acabó su colega—.

El miope que también se encuentra presente, se acerca a su amigo temerario y lo levanta por el cuello de su camisa reclamándole por su actuar imprudente sin premeditar las consecuencias que pudo conllevar.

—¿Y bien, en qué estabas pensando? ¿Acaso crees qué esto es como en los videojuegos que jugábamos? ¿Qué puedes elegir la dificultad sin preocuparte por mordidas o rasguños? ¿Qué tienes una barra de vida y todo estará bien mientras esta no llegue a cero?

El fuerte sermón de Flavio se hace sentir y el resto guarda silencio, por su parte, Arturo mira a un lado apenado aceptando la reprimenda.

—Bien, para que hablar mal, al menos demuestras con esto que has ganado mejor puntería y que eres un completo idiota.

No contento con esto último, lo agarra por las muñecas soltándose y respondiendo:

—¡Gracias por recordármelo, buen amigo! —Lo mira con severidad hasta que se relaja y da un largo suspiro—. Como sea, ya que estamos aquí, lo mejor será volver con el resto, las cosas se han empezado a complicar.

—Pienso lo mismo... Ya deberíamos continuar y llegar a Bogotá, con o sin la ayuda de Rafael y los otros soldados, entre antes mejor y podremos volver a nuestros hogares.

—Cierto, ya te iba a preguntar dónde están los demás.

Mientras tanto en la mansión...

La mayoría de la agrupación permaneció en la inmensa propiedad esperando a que los demás regresen con el pelinegro.

—¿Aún no han llegado? —Pregunta Carlos ansioso—.

—No, y ya llevan un buen rato desde que se fueron. —Le responde Jesús—.

—Muchachos, muchachos, creo que están estresándose por nada, salió un buen grupo, y todos están armados, además, por lo poco que vimos no es como que la ciudad esté repleta de zombies. —Habla Silvio intentando calmarlos—.

—Eso es lo que tú crees, recuerda que nosotros no andamos saliendo como para darnos cuenta de eso, además, ni que fueran los expertos matando, hasta hace una semana muchos no habían tenido un arma de fuego en sus manos. —Responde Edward—.

—Eso es lo que me preocupa, y no solo es el hecho de que hayan zombies, sino también...

En los rostros de Carlos y compañía se ve reflejada una profunda preocupación, a lo que Jesús concluye:

—Saldré a ver si tengo suerte.

Al salir de la propiedad, mira a todos lados esperando que las figuras de sus amigos aparezcan por alguna de las esquinas, pasan unos minutos y sigue esperando hasta que Edward lo llama:

—¡Hey, Jesu!

Al voltear nota como dos de sus amigos salen y les dice:

—Supongo que se cansaron de esperar adentro.

—Supones bien. —Le responde Edward—.

—Estar sentado en la terraza sin hacer nada es realmente aburrido —añade el menor de los Paba—. Es genial cuando estamos todos y nos ponemos a hablar de distintas cosas.

Days Of The End© (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora