3ra. Sinfonia

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La última noche siempre es nostálgica. Bien sea la última noche de unas memorables vacaciones, la última noche de una dulce luna de miel, la última noche de un feliz cumpleaños, esa última noche en la que dejas de ser un niño y cuando amanezca tendrás que convertirte en un adulto. Dominic estaba lleno de nostalgia, esa, su última noche en Orlando.

Los días se habían escurrido como arena entre sus dedos, fáciles, ligeros, amenos...felices. Con el equipaje ya listo, descansando en un rincón de la habitación, solo le quedaba esperar el amanecer, para enfrentarse de nuevo a la vida que había dejado en Nueva York. Quiso pensar que parte de la magia que había vivido en aquellos días se iría con él, pero ¿Que le daba derecho a pensar así? ¿Acaso todo aquello no había sido como un sueño? y ¿No era así como él lo había querido? Se había permitido crear por un momento una realidad alterna, donde Franco no existía, donde nada de lo que lo lastimaba existía. Entonces, caminó extasiado por una senda llena de fantasía. Una fantasía donde Patrick Delaney lo besaba a la luz de las velas en un romántico restaurante.

Una fantasía donde caminaba despreocupadamente en compañía de un atractivo hombre que le dedicaba toda su atención. Y ese mismo hombre lo dejaba cada noche en la puerta de su habitación, con el simple gesto de un dulce beso, en un caballeroso "Esperare el tiempo que necesites "para hacerlo incluso más perfecto de lo que ya era.

Pero era esa su última noche y la fantasía no podía durar más. No porque Patrick no fuera perfecto, no, era exactamente por eso. Pues Dominic debía dejar a un lado los dulces besos y las risas, la afable conversación y el calor delicado de las caricias discretas, pues después de eso no había nada más. Patrick merecía una persona que se entregara en cuerpo y alma y él no tenía ni lo uno ni lo otro para darle.

Escuchó que llamaban a su puerta y caminó hacia ella para mirar sonriente al apuesto hombre que esperaba en la puerta.

—Como es nuestra última cena de estas vacaciones, pedí lo mejor.

Le dijo Patrick con una brillante sonrisa, mientras depositaba un suave beso en sus labios y se encaminaba al pequeño comedor. —La próxima vez que nos vayamos de vacaciones, deberíamos ir a las montañas. ¿Canadá, tal vez? ya probamos la calidez del mar, así que nos vendría bien el frío de las montañas. Podría ser Suiza...

Patrick no paraba de hablar y Dominic estaba muy quieto, solo observándolo poner la mesa.

—¿Por qué haces planes Patrick? ¿Es que no lo entiendes? No hay...

Patrick lo silenció con un beso. Dominic no se resistió ¿para qué? era imposible resistirse al embrujo de aquellos labios y no deseaba resistirse. Los besos de Patrick lo adormecían, le hacían olvidar, acallaban sus dudas, sus miedos.

—No te dejaré decir que no hay nada entre tú y yo.

Murmuró Patrick entre sus labios. Cuando Dominic quiso quejarse y así romper la magia del beso. Patrick comenzó a llenar su rostro con pequeños y delicados besos. —No te resistas Dominic. Todo tiene un comienzo y un fin. Cada historia nueva se escribe sobre las cenizas de una antigua, no importa si fue de lágrimas o de sonrisas, los trazos nuevos terminaran por borrarla definitivamente. No digas que no tienes nada que darme, porque no te creo, tienes mucho que dar y yo tomaré lo que sea y como sea que me lo quieras dar. Dominic sonrió. Patrick siempre hacia que todo sonara fácil. Ojala él pudiera ser así de optimista. ******

Promesas y mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora