Son como gotas de lluvia las horas, comienzan breves y de pronto se trasforman en un aguacero, raudas, empapándolo todo a su paso. Franco piensa que al inicio de aquella tarde le parecieron eternas, pero ahora en el inicio del anochecer, pasan con tanta rapidez, que le parece que ha pasado un siglo, cuando solo minutos han trascurrido.
Llegar al hospital ha sido todo un suplicio, en el camino ha llamado a Nicolai y a Jean Luc. Si ha ocurrido algo con Dominic, ellos tienen derecho a saberlo. Aunque en su corazón ha rogado un millón de veces que no haya pasado nada.
Ambulancias por doquier lo reciben. Llantos, gritos, ajetreo, miedo. Es lo que se vive en la sala de espera. El accidente ha sido grande, muchos heridos, muertos y nadie dice nada, nadie se detiene a responder las preguntas, de los que allí, esperan recibir una luz de esperanza.
Él, ha gritado, ha peleado, ha suplicado información. Pero el caos es muy grande y nadie tiene tiempo para responder sus angustiosas preguntas, para condolerse de su dolor. Los que allí trabajan solo se afanan en hacer su trabajo, salvar vidas.
Finalmente, Franco se une a los que esperan. Su mirada perdida en la puerta de la emergencia. Rezando, rogando para que la vida, le de otra oportunidad.
Sus manos ansiosas se cruzan entre sí. En su mente, un pensamiento persiste. Su sonrisa, esa dulce sonrisa. Entonces los recuerdos lo envuelven. La hermosura de sus ojos, cuando los vio por primera vez, asustados, tristes y tan hermosos que no pudo evitar sucumbir a ellos. La tersura de su piel, tan blanca y suave, que se eriza cuando lo toca, cuando lo besa. La dulzura de sus labios, que saben a cielo, a sueños.
Oculta su rostro entre las manos. Se siente perdido, cansado, derrotado ¿Que puede ser más terrible, que el solo hecho de que te quiten tu razón para vivir? Dominic es el ancla que lo retiene en un mar calmado y pacífico. Son sus palabras un credo para él, pautas para su vida. Es para Dominic para quien ha sonreído siempre, para quien respira, por quien vive.
El dolor es tan real que se vuelve físico, su pecho se llena de amargura, de rencor, de hastío. Una de sus manos se posa en sobre su corazón. Quiere tener la fuerza para arrancarlo. Desea huir de aquel tormento, no sentir más aquel dolor. Las voces en su mente le gritan que perdió el cielo. La desesperanza se apodera de su corazón, como un destructivo veneno. Tiene miedo, miedo de que él, este muerto y entonces tenga que sufrir la condena de seguir viviendo sin su presencia.
Aletargado por el inmenso dolor, no nota que alguien le habla. Cuando su ojos se enfocan, más allá de las lágrimas que ni siquiera sabe que derrama. Ve la angustiada mirada de Gal. Han llegado todos, ellos preguntan, lloran, gritan, quieren saber, pero, no hay respuesta. Él desearía tenerlas, pero desear y poder, no es lo mismo.
Sigue pasando el tiempo, horas quizás, pero siguen pareciendo siglos. Por fin, alguien sale.
—El accidente fue muy grande, más de treinta vehículos involucrados. —Informa el médico a cargo. —Se harán listas con los heridos y con los fallecidos que fueron identificados. Les pedimos tener paciencia.
¿Paciencia? ¿Cómo tener paciencia en una situación así? ¿Cómo?
Gal solloza, metiéndose entre los brazos de Nicolai. Jean Luc mira a Ethien con temor, no soportaría otro dolor más. Pero el francés, está sereno. Como si su mente lo protegiera del dolor, o quizás es algo más. Quizás muy dentro de sí, sabe, tiene la certeza, de que el que aman, está bien y pronto vendrá a sus brazos.
Se sientan en silencio a esperar una vez más y cuando sale una enfermera con la lista. Franco es el primero que se abalanza a leer.
Nada, dos listas más han salido y nada. Despunta el nuevo amanecer, el sol lentamente adorna el firmamento. En la enorme sala reina el silencio. El dolor, la desesperación, se han convertido en resignación, en una larga y tortuosa espera.
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Promesas y mentiras
RomanceFranco le había prometido amarlo y protegerlo. Le había prometido no fallarle jamás. ¿Que había sido de aquellas promesas? Dominic se encontró de pronto en una tortuosa encrucijada y su corazón por más valiente que fuera, aún era joven e inexperto p...