Soneto 2do.
¿Y ahora que está aquí que hago con él?
Esa pregunta persiguió a Franco por muchos días desde la llegada de Dominic a su casa. Aquel muchachito indefenso y taciturno que lo miraba con sus ojos llenos de dolor, de miedo.
Lo acomodó en una pequeña habitación que le había servido de cuarto de huéspedes muchas veces. Solo había en ella lo necesario, una cama, una cómoda, un mueble mullido y acogedor y un enorme closet vacío.
Dominic había llegado con su semblante sereno y perdido y se había detenido en el medio de la sala aferrando el pequeño maletín a su pecho, donde tenía sus pocas pertenencias. Cosas que atesoraba porque se las había regalado Lilian. Franco lo observó mirar a su alrededor. El apartamento era grande y lujoso, pero la decoración era mínima. Con pulcras paredes pintadas de blanco, sin adornos o cuadros, con muebles finos que no invitaban a sentarse en ellos para evitar dañarlos.
—¿No pasas mucho tiempo aquí verdad?
La pregunta de Dominic no lo sorprendió, en el poco tiempo que tenía conociéndolo descubrió que era un joven muy perceptivo.
—No. —Le respondió tranquilamente —. Paso mucho tiempo en mi empresa y allí tengo un pequeño departamento.
Dominic asintió sin preguntar nadas más. Se dejó llevar dócilmente a la que sería su habitación. Se sentó silencioso en el mueble mirando por el enorme ventanal, donde una deliciosa vista al río este, relajaba los sentidos.
—Puedes meter tu ropa en los cajones y lo zapatos en el closet, envié a mi asistente a comprar cosas de aseo personal que ya deben estar en el baño. Si necesitas algo más, solo házmelo saber.
Dominic le sonrió tenuemente, en aquellos días había aprendido que a Franco Abramo no se le llevaba la contraria. Era como querer luchar contra el embate de un huracán y él no tenía deseos de luchar. Se sentía demasiado cansado y abatido y en Franco encontraba fuerzas, se sentía protegido a su lado.
No se dio cuenta que había comenzado a llorar sino hasta que las tibias manos de Franco limpiaron con ternura sus lágrimas. Cuando se encontró con su mirada, suspiró tristemente, pero también se sintió halagado de que un hombre como aquel, con tanto dinero y poder se arrodillara a sus pies y lo consolara mirándolo con tal ternura.
—Todo va a estar bien Dominic, yo estoy aquí contigo. Siempre estaré para ti.
Franco lo llevó a recostarse en la cama y estuvo a su lado acariciando con suavidad sus hermosos cabellos hasta que se durmió.
Dos horas más tarde, Dominic aun dormía. Franco estaba encerrado en el estudio adelantando su trabajo, cuando llamaron a la puerta.
—Paolo, pasa ¿Qué haces por aquí?
El hombre sonrió con satisfacción entrando al departamento. Paolo Andretti era de los pocos amigos verdaderos de Franco, se habían conocido desde muy jóvenes cuando ambos trabajaban duramente ganándose la vida en las calles de Nueva York, pero a diferencia de Franco que se pagó sus estudios para volverse alguien en la vida, Paolo había optado por la parte más oscura de esta. Desde joven había sabido moverse en los bajos fondos y por su perspicaz modo de ver las cosas y su facilidad para pasar desapercibido se había hecho un nombre en el campo de los imposibles.
Desde gente de la mafia, hasta magistrados y senadores, lo buscaban para resolver casos que hasta la policía daba por descartados.
—Tengo ubicados a todos los que estuvieron en el asalto al albergue. Hice varias llamadas a mis contactos y ya los tienen cercados. La policía hará el resto según tus órdenes.
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Promesas y mentiras
RomanceFranco le había prometido amarlo y protegerlo. Le había prometido no fallarle jamás. ¿Que había sido de aquellas promesas? Dominic se encontró de pronto en una tortuosa encrucijada y su corazón por más valiente que fuera, aún era joven e inexperto p...