5ta. Sinfonia

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Después de una larga noche de dormir poco y de sueños confusos. Dominic aquella mañana se sentía agotado, pero lleno de determinación. Franco no iba a salirse con la suya.

Tomó un copioso desayuno, mas por su bebé que porque tuviese apetito alguno. Llamó a su padre, agradeciendo la información de que Ethien continuaba estable y se había despertado preguntando por él. Le informó a su padre que pasaría por el hospital en la tarde y se pasó la mañana haciendo llamadas a los bufetes que recordaba cuando trabajaba con Franco.

Una vez hecha una cita con uno de aquellos abogados, se dio un largo baño y se vistió sin prisa. Almorzó algo ligero y se dispuso a salir. Nueva York estaba cálido en aquella época, pero él sentía su cuerpo frio.

Quizás los acontecimientos del día anterior, aun le helaban la sangre.

Cuando llegó al enorme edificio donde funcionaba la firma Meyer and Hawking, miró a todos lados. Franco le había dicho que lo tenía vigilado, rogó para que aquello fuera mentira y rápidamente entró al edificio. Una señorita amable lo recibió en la recepción de la enorme oficina y le pidió que esperara. No había terminado Dominic de sentarse en uno de los cómodos muebles, cuando su celular sonó.

Tuvo miedo de ver quien llamaba, pues en su corazón ya lo sabía.

Temiendo las consecuencias, cuando el celular sonó por cuarta vez, respondió y una suave voz perturbó sus sentidos.

—¿Te citaste con Andrew Meyer o con Luis Hawking? Eres un mal perdedor Dominic.

Dominic tuvo el deseo de gritarle cuanto lo odiaba en aquel momento, pero aun así mantuvo la calma.

—No me dejaste opción, no voy a dejar que me chantajees sin luchar.

— ¿Sin luchar? —Franco soltó una suave carcajada, que a Dominic le pareció una burla. — ¿Te tomaste la molestia de leer los documentos en la carpeta que te dejé, querido?

El silencio de Dominic hizo que Franco sonriera con malicia.

—Si te hubieses tomado la molestia de leerlos, sabrías que estás perdiendo el tiempo allí. No puedes culparme de nada, tú firmaste todos los consentimientos para que yo fuera tu donante. Esa manía tuya de no leer lo que firmas, ¿No te dije muchas veces que eso te traería problemas?

Dominic estaba pálido. Al abrir la carpeta sacó unos papeles que ciertamente no había leído y lo que pensó serviría de pruebas para inculpar a Franco, solo eran papeles que lo hundían más en la trampa que había tendido Franco para él.

Estaba temblando de ira cuando Franco volvió a hablarle.

—Hasta tu doctorcito está involucrado en todo esto Dominic, su firma está en todos lados ¿Te imaginas el daño que vas a causarle si demandas? El pobre puede perder hasta su licencia de médico.

—Te odio.

Murmuró Dominic lleno de rencor. Solo recibió de Franco una tenue risa.

—Bienvenido a mi mundo pequeño hipócrita. Has perdido un día de tus privilegios.

— ¡No puedes hacerme esto!

Pero Franco no se inmutó por los gritos de Dominic, ni por las lágrimas que imaginaba debía estar derramando este.

—Te dije que no me enfurecieras, te pedí que no me retaras. Ve a tu casa y comienza a hacer tus maletas Dominic, recoge todas tus cosas y deja de llevarme la contraria o voy a ir mañana mismo y te llevaré conmigo sin dejarte recoger nada de lo que aprecias.

Dominic escuchó perplejo como Franco le colgaba el teléfono.

—Franco...Franco...FRANCOOO.

Apretó el celular en sus manos lleno de frustración, notó que las personas lo miraban con preocupación. La misma señorita que lo recibió le hablo amablemente.

Promesas y mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora