Capítulo 17. ¡Despierta!

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Es triste extrañar a alguien, pero más triste es extrañar a una persona que te hace daño, más aun de una manera literal. O quizá no tanto... Ella me dañaba de ambas formas. Pero aún así, cuanto deseaba que volviera, la quería tal cual era, aún con todos esos aspectos algo descontrolados, manipuladores y poco cuerdos que tanto la caracterizaban, Sammy era completamente única. Sin embargo, me estaba destrozándo por completo; tanto la mente como el alma. Pero la quería a pesar de eso, la quería aunque me hiciera daño.

A veces me levantaba  a las 3:30 con la esperanza de encontrarla vagando por mi habitación, gritaba y gritaba su nombre, pero no me respondía; aquella era la hora del silencio, de la completa soledad, donde nadie podía escucharme por más fuerte que gritara, ni siquiera ella. A veces, mientras caminaba por los pasillos creía sentir su presencia, aquella frialdad que la caracterizaba. Volteaba de inmediato, pero me encontraba solo. Cuando desesperaba, me consolaba repitiéndome una y otra vez "volverá, volverá...volverá". Y una parte de mí tenía temor de nuestro encuentro nuevamente, por temor a lo que pudiera sucederme, pero la otra parte temía que no lo hiciera; temía no volver a verla, temía no volver a ver sus ojos, su sonrisa, su piel delicada, temía no volver a sentir esa presión en el corazón cada vez que la veía, temía morir. No le temía a la muerte en sí, ya no... temía a la muerte sin necesidad de morir, a la amortajada,  porque que no hay nada más doloroso que no encontrar un motivo para seguir viviendo y morirte en vida.

Comencé a aceptar los sedantes que nos proporcionaban, ayudaban a calmar mis nervios, y mantenían mi mente lejos de la realidad. Me recosté en mi cama y sin darme cuenta, entré en un sueño profundo; un sueño inexplicable, donde caminaba por un bosque oscuro, con rosas negras y cielo negro. Mis pies estaban descalzos y fríos, mi corazón latía con fuerza, escalofríos recorrían mi espalda a cada instante, pero seguía caminando. Sentía que algo me llamaba, algo me atraía con una fuerza indescriptible.  Llegué a una zona elevada, donde los árboles quedaron pequeños, donde por primera vez me sentí más grande que ellos, que todos los temores. El cielo en aquella parte era aún más oscuro que antes. Me recosté en la hierba y suspiré. "¿Qué hay de malo?"—me dije a mi mismo mientras cerraba los ojos. Sentí una caricia en el rostro, mantuve los ojos cerrados.

—Hazlo... hazlo... es el momento cariño.

—Sh...

Las voces se escuchaban a la lejanía.

Seguía sintiendo caricias en mi rostro, jugueteaban con mi cabello, deslizaba su dedo por mi nariz, hasta mis labios, hasta mi cuello, y volvían...

—Hazlo.

Mi alma comenzó a llenarse de vitalidad, como si todo las aflicciones que hubiera tenido alguna vez se hubieran esfumado para siempre, y las caricias, caricias, caricias. Sentía como si mi cuerpo hubiera comenzado un viaje astral, me sentía liberado, redimido...

—¡Qué esperas maldita sea! 

—¡No puedo!

—¡Lo haré yo mismo!

—¡NO LO HAGAS, DETENTE! 

Una fuerte punzada retumbó en mi pecho, como si alguien se hubiera arrojado de pronto encima mío y se hubiera metido dentro de mí; un dolor inmenso me invadió, como si mis huesos se fueran quebrando poco a poco, intentaba abrir los ojos, pero algo me lo impedía; la fuerza que estaba siendo aplicada en mi era violenta, dolorosa ¿qué sucedía? ¿quienes eran aquellas voces?

—Despierta Timothy, despierta...—me decía una de ellas. —No te quedes aquí. ¡Tienes que despertar!

Pero me era imposible volver, estaba consciente de que aquel era posiblemente el fin, la punzada en mi corazón fue más fuerte esta vez, solté un grito desgarrador que quemó mi garganta por completo, sentía que un líquido asqueroso y putrefacto recorría mi interior, todo mi organismo estaba siendo carcomido por dentro. El fin...el fin...al fin el fin. >>Despierta, por favor, ¡Despierta!<< Y otra vez, punzada, punzada, punzada... 

—¡DESPIERTA!

Y de pronto, ya no sentí más dolor.

ANESTESIA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora