Capítulo 13. "Secreto".

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No me sorprendía que al recobrar la "cordura", Sammy no estuviera por ninguna parte. Cada encuentro con ella desequilibraba un poco más mi mente posiblemente enferma. No solo estaba loca, ella hacía que yo me sintiera de la misma manera, loco, demente... Regresé al interior del centro psiquiátrico, noté la gran conmoción que albergaba dentro. Al parecer uno de los pacientes se había intentado suicidar en su habitación con una sobredosis de medicamentos. Genial, pensé. Ahora no nos despegarían los ojos de encima. Pero eso no era lo que me importaba en ese momento, aquellas imágenes que retumbaron en mi mente, de mi madre... aunque bien sabía que aquello no había sido así, no podía evitar sentirme culpable. Me miré al espejo, examiné mis ojos, mis rasgos. Yo no podría hacer eso, menos a ella. ¿No es así? Solté una risita nerviosa. Era completamente absurdo, no había nada de qué preocuparse.

"¿Estás seguro?"—Susurró una voz. Voltee de inmediato. Nadie.

—¡Estoy seguro!—Grité enfadado—¡Yo no lo hice!— Di un puñetazo al espejo, rompiéndolo en mil pedazos. Caí al suelo de rodillas, me llevé las manos ensangrentadas a la cara, evitando que alguna lágrima fuera a escapar. Sentí de inmediato el ardor en mis nudillos, los examiné, tenía los vidrios incrustados. 

—Si yo fuera tú comenzaría a controlar mis ataques de ira, podrías lastimar a alguien—escuché la voz femenina justo detrás de mí. Ahí estaba, sentada a los pies de mi cama examinándome detalladamente.

—¿Hace cuanto estás ahí?—dije sacándo uno de los pedazos de mi mano, ahogué un grito de dolor.

—Lo suficiente para notar tu pataleta de niño pequeño. "Yo no lo hice, yo no lo hice" adorable—se burló Sammy. Uno de los trozos de vidrio se incrustó más en mi piel, por lo que no pude evitar soltar un alarido. Sammy soltó una risita burlesca, ella de verdad disfrutaba ver mi sufrimiento

—¿Te importaría—le dije.

—No me digas, ¿necesitas ayuda?—sonrió.

—Cualquier tipo de ayuda es bienvenido, mientras no me cortes el brazo—Ella se acercó y comenzó a sacar los pedazitos incrustados uno por uno con sus delgados dedos.

—Y mientras tú no intentes asesinarme, aunque para ser sincera contigo, no lo lograrías—sonrió ella.

—¿Ah no?—levanté la cabeza para observarla.

—Ah no—respondió ella—Déjame decirte que necesitas bastante más de tu carácter psicópata para lograr acabar conmigo... no soy tan fácil de asesinar como tu pobre madre.

Sentí un instantaneo ardor en las mejillas, una ira profunda se apoderó de mí. Me levanté de un impulso y empujé a Sammy con todas mis fuerzas contra la pared golpeándose la cabeza y haciéndola caer al suelo. Mi respiración estaba entrecortada. A ella pareció no lastimarla en absoluto, una boba sonrisa apareció en su rostro, haciéndome enfadar aun más.

—¿Solo eso tienes? Lástima...tenía más fé en ti—dijo ella.

Tomé uno de los pedazos de espejo que había en el suelo y lo apreté con nerviosismo haciéndo correr la sangre por mi mano. Lo acerqué sin pensarlo a la garganta de Sammy, mis deseos por cortarla eran demasiado fuertes, pero lo que más me hacía enfadar era que al parecer, la escena ni siquiera lograba incomodarla. Apreté mi cuerpo contra el suyo en la pared, el trozo de espejo brillaba, filoso frente a su garganta delgada y pálida.

—Vamos...cualquiera pensaría que eres un cobarde. ¿Vamos a dejar que crean eso?

—¡Cállate, no soy un cobarde!—grité.

—¿Estás seguro? Yo diría que tal vez si...

—¡No lo soy! 

—¿Entonces que esperas? Mátame, así como lo hiciste con tu madre Timothy—mi corazón que bombeaba mil por segundo, de pronto se detuvo. Yo no era un asesino, yo no lo había hecho, yo no había matado a mi madre...

—¡Mentirosa!

—¿Yo?—rió burlescamente.

—¡Yo no lo hice!

—¿Qué tan seguro estás de eso, pequeño Timothy?—Acerqué el filo a su cuello, más aún, una de las puntas se clavó suavemente en su piel, una delgada gotita de sangre se deslizó hasta llegar a su pecho. Sammy no se quejó en absoluto, es más, mantenía su mirada desafiante y fría en mis ojos. De verdad quería dañarla, ella me estaba mintiendo, estaba acusándome de algo que yo no había hecho. ¿Que clase de hijo le hace daño a su madre? Yo la amaba... 

—Yo no lo hice, yo no lo hice, ¡YO NO LO HICE!.—grité. De pronto, noté mi rostro húmedo, estaba sudando a mares y mis ojos expulsaban gruesas lágrimas.

—No sé si quieres convencerme a mí, o a ti mismo... pero debes aceptarlo, eres un asesino Timothy, un asesino...¡ASESINO!—gritó ella haciendo un eco en mi cabeza. Sin pensarlo dos veces, deslicé el trozo de espejo por su cuello, cortándole completamente la garganta. La sangre se deslizó por su cuerpo, por el mío. Sus ojos profundos se fueron cerrando lentamente, pero su gesto irónico,  su sonrisa siniestra y maquiavélica permanecía en su rostro. Me llevé las manos a la cabeza con desesperación. La había asesinado. Era un maldito asesino, lo era en verdad, también había matado a mi madre... lo había hecho, lo había hecho...

¿Qué hacer? No podía dejar que me descubrieran, no podía dejar que la gente se enterara de la horrible persona que era, mi padre... ¿qué le diría a mi padre? No, él no debía saberlo nunca, porque cuando volviera...¡sí, volvería por mí! ¡Me sacaría de ese asqueroso y putrefacto lugar y podría volver a empezar mi vida de nuevo! Reí largamente. Estaba salvado, pronto esta agonía se terminaría, pronto volvería a tener mi vida normal. Y nadie nunca sabría lo que había hecho, porque solo yo y Sammy sabíamos lo que había pasado.

La miré en el suelo, desangrada, inerte, muerta. Acomodé su cabello detrás de sus orejas, deslicé mi dedo por su nariz hasta llegar a sus labios fríos que albergaban esa sonrisa fría... y le sonreí también.

—Este será nuestro secreto, Sammy. No se lo dirás a nadie ¿No es así?

ANESTESIA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora