Capítulo 14. "Una cita en la bañera"

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Debo admitir que esconder el cadáver de Sammy no resultó tan complicado. Por alguna razón, los enfermeros ni siquiera se aparecieron por mi habitación; por el accidente del paciente que intentó sucidarse con la sobredosis, dejáron de repartir las pastillas a las habitaciones, y ahora tan solo las incluían en la comida. Cada vez que abandonaba mi habitación para comer, escondía el cadáver de Sammy dentro del armario y la ocultaba entre la ropa. Me había convertido en un desadaptado socialmente, así que habían días en los que ni siquiera abandonaba mi "mundo" para llevarme algo a la boca. Había creado una especie de burbúja que me apartaba del mundo, pero no estaba solo, no, no, no estaba solo. Tenía  a Sammy, ¿no es así? Ahora muerta, ya no podía volver a desaparecer, no podía abandonarme. Compartíamos el silencio, el miedo, la oscuridad... y estaba consciente de que cuando llegara el momento, compartiríamos el infierno. 

Me levanté de mi asiento y me acerqué a ella para acomodar su mentón caído, estaba sentada en la otra silla, en frente de mí.

—Así está mejor, ¿no crees? Cualquiera pensaría que te has dormido en nuestra cita—volví a retomar mi lugar.—Y bien, ¿te gusta la música Sammy? A mi sí. —me quedé en silencio—Es una lástima que no tengamos una radio. Pero en mi casa tengo un stereo, cuando papá venga a recogerme te llevaré  conmigo, ni creas que te dejaré acá sola—me acerqué y besé su mejilla fría y pálida. Ni siquiera la muerte podía llevarse su belleza, seguía tan hermosa como siempre— Puedes dormir en mi cama, no me molestaría dormir en el sofá, desde pequeño me han enseñado a ser un caballero—reí— aunque nunca antes había tenido oportunidad de serlo, las chicas nunca han sido mi fuerte, ¿sabes? Bueno, para serte sincero, no haría esto por cualquier chica. —Había tomado su mano y la había colocado entre las mías, mientras hablaba las acariciaba con extremada suavidad, teniendo una delicadeza única, como si estuvieran hechas de porcelana. 

—Por favor no me dejes nunca—le supliqué, mirándo sus ojos inertes. Mi respiración comenzó a entrecortarse. —Eres lo único que tengo—a mi voz algo quebrada se le sumó la pequeña y resbaladiza lágrima que se deslizó por mi mejilla hasta llegar a mi barbilla. —¿No me dejarás verdad? —le pregunté.

Pero no obtuve respuesta. 

—¡¿No verdad?!—nada. Aunque sabía que lo que estaba pidiendo era tan imposible como que la Luna y el Sol se juntaran por primera vez, solo quería sentir una respuesta afirmativa de su parte. O tal vez solo quería saber que todo lo que estaba pasando era real, que yo era real, que ella era real. Quería sentirme seguro... quería que alguien me dijera que las cosas estarían bien, pero una vez que el silencio terminó por invadir la fría y siniestra habitación en la que me encontraba con la muerte, supe que estaba completamente solo.

Pero aún así, una parte de mí no quería asumirlo. Así que comencé a llorar, como nunca antes lo había hecho. 

Y así pasaron los días, ya comenzaba a acostumbrarme al infierno. Aunque cada vez parecía ser menos doloroso, la muerte estaba cada vez más cerca y ya sentía su simpatía, su cordialidad y su cercanía. Me convertí en su amigo, su confidente. Sin ella no podría vivir.

—Sammy, ¡adivina qué! Esta noche saldremos, te lo tienes merecido... te llevaré a ver la nieve. Pero primero vamos a darte un baño, ¡tenemos que darnos prisa, falta muy poco! Y no te preocupes por los enfermeros, recuerda que a esa hora, nadie puede oírnos. 

Tomé a Sammy en mis brazos para llevarla hasta el baño de mi habitación. No pesaba casi nada, era como cargar a una niña pequeña. Dejé correr el agua mientras la desvestía lentamente, como quien desviste a una muñeca para cambiar su vestido. Su cuerpo era delgado, bastante delgado y su tez era de una palidéz absoluta. Si me pidieran que hiciera otro tipo de descripción física, agregaría las cicatrices de sus muñecas y piernas, aunque ya se habían vuelto completamente familiar para mi. A pesar de eso,  sentía una especie de rechazo hacia ellas, un odio incalculable e inexplicable.

Una vez desnuda, la acomodé en la bañera mientras el agua seguía corriendo. Comencé a frotar sus pies, su cuello, limpié cuidadosamente su rostro, lavé su cabello con tanta ternura como lo hace un padre con su hija pequeña. El aire de sobreprotección que había adquerido con Sammy anulaba el paso a cualquier pensamiento morboso. Seguí con sus hombros, hasta llegar a su espalda, la frote suavemente, luego seguí con sus brazos, su codo...hasta llegar a sus muñecas.

Cuando mi mano tuvo contacto con sus cicatrices, sentí un fuerte ardor en la palma de mi mano y en los dedos, como si algo de pronto hubiera comenzado a quemarme hasta lo más profundo.  Saqué la mano del agua tibia rápidamente al observar que tenía una horrible y dolorosa quemadura. Corrí de inmediato hasta el lavamanos, para mojarme con agua fría, ardía demasiado, y lo peor era que sentía como si la quemadura fuera creciendo cada vez más.

En ese instante, las luz se apagó, dejándome completamente a oscuras.

—¡Demonios, las 3:30! ¡Maldita sea, enciendan la maldita luz!

"Las luces se apagarán, nadie podrá escucharte, nadie".

Busqué con las manos la puerta del baño para dirigirme a mi habitación y buscar la vela y los fósforos, necesitaba sacar a Sammy de la bañera. Necesitaba verme esa horrible quemadura... Tomé la vela y busqué los fósforos en los cajones, derribando todos lo que tenía, para mi mala suerte, la caja solo contenía dos fósforos. Debía utilizarlos bien...

Corrí hasta el baño, al entrar sentí un ambiente sofocante y ahogado, sentí también el agua bajo mis pies, la bañera se había desbordado... volví a maldecir. Tomé la vela, un poco tiritón, y la coloqué sobre el inodoro, para mi buena suerte, la encendí con el primer fósforo. Dejé la caja junto a la vela y miré hacia la bañera.  Solté un grito abrumador, Sammy no estaba en ella. Me acerqué de inmediato, y comencé a buscar en el agua...como si esta pudiera tenerla escondida, pero mis intentos fueron inútiles, la pequeña luminosidad que me otorgaba la vela me dejaba apreciar el interior de la bañera desbordada y Sammy no estaba en ella. Apoyé mis manos en la bañera, había olvidado por completo el dolor que sentía producto de la quemadura, la desesperación comenzó a invadirme...había vuelto a perderla. 

En ese instante, la vela se apagó, dejándome en la oscuridad absoluta, en cosa de segundos sentí como dos manos heladas me empujaron por la espalda, haciéndome caer a la bañera. Tragué agua y los oídos se me taparon por completo, pero eso no era lo que me preocupaba, ya que una fría e inexplicable sombra, acababa de entrar conmigo a la bañera.

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