Catorce 

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-Ya sé como funciona todo -protestó la morena.

-No, no lo sabes.

-Es más complejo de lo que piensas, Leah -dijo su padre.

-Entonces, si es todo tan complejo, ¿por qué no buscáis a alguien que realmente quiera hacerlo? -replicó hosca. Aquel tema le tocaba la moral.

No quería seguir con el negocio de sus padres, punto. ¿Tanto les costaba asimilarlo? Ya lo habían hablado antes, aunque gritado sería la palabra más adecuada. Básicamente la estaban dejando sin alternativa.

-Sabes que no podemos confiar en cualquiera.

-¿Y Dylan? -"Lo siento, Dylan", pensó.

-Ya lo hemos hablado, tu hermano está haciendo un curso que buenamente se está pagando con sus ahorros para negocios empresariales. Él estará ahí a tu lado. -Explicó como tantas otras veces su madre.

Éste la miró con complicidad.

Lo que no sabían es que Dylan ni estaba yendo a ningún curso ni tenía interés en hacerlo. Pero no iba a delatarle, por mucha envidia que le tuviese.

-No quiero hacerlo.

-Pues ya sabes lo que te espera. -La señora Pevensie se sentó más recta de lo normal. Justo en ese momento trajeron la comida.

Leah se levantó de la mesa.

-Ahora vengo.

-Leah, la comida ya está en la mesa -advirtió su padre.

-Ahora vengo -repitió fría. Antes de recibir más miradas decepcionantes, se dio la vuelta en busca del cuarto de baño.

Lo encontró y al entrar se apoyó en la pared que quedaba en frente del espejo. Miró su reflejo.

El vestido azul que llevaba había perdido su elegancia por el camino.

¿Por qué tenían que ser así? ¿Tanto era pedir unos padres que de verdad se preocuparan por sus hijos, por las decisiones que tomaban, por las acciones que hacían, por lo que pensaban? Y lo más importante, ¿que les ayudaran cuando lo necesitaran en vez de cerrarles las puertas en las narices?

Leah lo tenía todo planeado. A los 18 se irían Zoe, Izzy y ella a vivir solas, si a ellas les dejaban. Ella pagaría los primeros meses de alquiler con lo poco que tenía ahorrado, hasta que encontrara un trabajo y las demás también aportasen.

El problema era que el trabajo sería uno de mierda, porque sus padres no sacarían ni un centavo de sus bancos a rebosar de dinero para pagar los estudios que ella quería.

Solo la ayudarían si seguía con la empresa de la familia.

La puerta del cuarto de baño se abrió, casi dándo a Leah en el trasero.

-Cuidado -le dijo a la chica, a la que nada más decirlo reconoció como la acompañante de Stan. No le gustaba la palabra novia.

-Lo siento -dijo, visiblemente sin hacerlo, iba hablando por teléfono y no le había prestado ni la más mínima atención.

-No pasa nada -susurró al aire. Aprovechó para plantarse frente al espejo y peinarse un poco.

-Lo sé, cariño, pero esta noche ya te dije que salía -Leah no quería escuchar la conversación ajena, pero era imposible estando a escasos metros-. ¿Qué tal mañana? -hizo una pausa, a lo que la chica sonrió a su reflejo, iluminándose toda la cara-. Estoy deseando que me des mi regalo de cumpleaños.

Leah estaba a punto de marcharse cuando las siguientes palabras la detuvieron.

-Mi novio se va a las once. A partir de esa hora estoy totalmente libre -lo dijo pausadamente.

TOP SECRET! © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora