Diecinueve 

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El atardecer llegaba por fin a la costa oeste, bañándolo todo de un colorido naranja-rojizo.

Izzy estaba en el salón de su casa, después de haberse tirado medio día en la azotea, desahogándose de todo lo habido y por haber. Al menos eso había hecho que practicase algunos movimientos de brazos y piernas de la academia.

No podía esperar para hacerle una demostración a Keaton.

Iba con pantalones cortos grises, lo más cómodo que tenía, y una camiseta de tirantes ancha de Susan. Olía a ella. Se la ponía en los días en los que la echaba mucho de menos.

Soltó un quejido al darse cuenta de la sed que tenía al haberse comido toda una bolsa de patatas ella sola. Ahora tendría que levantarse del reconfortante sofá, al cual el ventilador le daba de lleno, a por una botella de agua bien fría.

Suspiró y se levantó, sin bajar el volumen de la televisión. ¿Por qué tardaba tanto su madre hoy? Siempre llegaba a esa hora, puntual como un reloj.

Abrió el frigorífico y sacó la botella que guardaba en él, mientras que con la otra mano abría el armario de los vasos y sacaba uno.

Lo que no se esperaba era que, justo al cerrar la puerta del frigorífico, se encontrase con una cara en la ventana.

Soltó el vaso inconsciente a la vez que soltaba un grito ahogado. Y justo cuando el vaso se estrelló contra el duro suelo, rompiéndose en mil pedacitos de cristal, reconoció que no era ningún desconocido.

-¡La jodida suerte, ostias! -aulló cuando unos cuantos cristales le dieron en el pie descalzo, cortándolo. Al mismo tiempo, Keaton habría la ventana desde fuera. Lo había visto todo y, la verdad, no había pretendido asustar a la chica. Pero no podría haber entrado por otro lado, ella no le hubiese dejado.

Izzy saltó a la barra de la cocina, su única escapatoria, pues los cristales la habían rodeado, y se sentó encima de ella. Le daba igual que su pie estuviese sangrando, encarar a Kay era una prioridad ahora.

-¿¡Tú eres tonto o gilipollas?! -le gritó sacudiendo las manos para hacer énfasis. Cogió la tabla de cortar el embutido y la apuntó hacía el rubio, que ya estaba con medio cuerpo dentro del apartamento.

Menudo desastre se había montado en un segundo.

-Ah, no, espera, eso sería una ofensa para los tontos y los gilipollas -escupió enfadada.

Keaton llevaba la misma ropa con la que lo había dejado en el muelle. ¿Qué hacía en su casa? Un momento, ¿¡cómo sabía dónde vivía?!

-Bonita casa -dijo Kay haciendo un barrido rápido con los ojos. Había caído con las zapatillas encima de los cristales, haciendo que crujiesen.

-¿Cómo sabes dónde vivo? -intentaba que la tabla no le temblase en las manos, pero pesaba bastante.

-¿Piensas darme una paliza con una tabla de cortar jamón? -Kay miró el objeto enarcando una ceja. Cuando vio que la pequeña chica no bajaba la guardia, respondió-. Considerando el hecho de que cuando nos conocimos, dijiste que vivías aquí, sólo he tenido que volver y buscar en el buzón tu apellido, que me ha llevado hasta tu piso. -Se dio varios toques en la sien-. Esto no está solo de adorno.

-Enhorabuena, ahora que ya has demostrado tus capacidades como humano en la tierra, puedes salir de mi casa.

-¿Y perderme cómo piensas llegar desde ahí arriba hasta el salón? -sonrió de medio lado- Ni hablar.

Izzy bajó la tabla. No tenía fuerzas, ni emocionales ni físicas. Estaba totalmente cansada, fatigada. Se había tirado al menos una hora llorando. Le hubiese gustado decir que no era culpa de Keaton, que no era tan relevante para ella como para que le afectara lo que dijese, pero así había sido. Las palabras no habían salido de otro sitio más que de su boca.

TOP SECRET! © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora