Hasta que la muerte nos una. -EN EDICIÓN-

ERROR NO LEAN ESTO

Miah

-Señorita Goodway- la monótona voz del profesor Sheridan de nuevo- Señorita Goodway.

Es una mujer, logro distinguir su voz.

-Por favor, es lo único que me queda- repite.

-Dime el código, o mataré a tu hija- dice una voz gélida.

Ahora lo estoy viendo, es una mujer de aproximadamente cuarenta años, aspecto elegante y está a punto de colapsar, su cabello que quizás hace unos instantes estaba perfectamente alaciado, ahora está hecho una maraña.

El tipo con pasamontañas recarga su arma con violencia y pega aún más el arma a la sien de la niña, llena de lágrimas.

-Señorita Goodway, ¿Podría hablarnos acerca de lo que acabo de explicar?- pregunta alguien con voz autoritaria y reacciono.

-Claro- respondo con voz firme levantando la mirada ante una clase curiosa de mi.

-0406254- dice una voz muy débil y temblorosa.

Sólo llego a escuchar el sonido del gatillo y el grito agudo de terror de una niña. Doy un respingo y los demás me miran de manera extraña.

-Ha muerto, alguien murió, y la niña no fue- digo para mí misma.

-¿Señorita..- lo interrumpo.

-El teatro no surgió de Grecia, fue en la prehistoria, para resolver conflictos sobre la caza-

-Exacto- asintió con una sonrisa forzada- Veo que tiene una manera muy peculiar de prestar atención a la clase-.

Y suena la campana.

Me incorporo de un salto tomando mi bolso y mi móvil de la butaca. Voy directamente hacia el baño, necesito un lugar en donde nadie pueda interrumpirme.

Me encierro en un cubículo, necesito pensar.

Alguien ha muerto, pero solo escuché el chasquido del gatillo, fue la señora o el ladrón.

Recuerda Miah, vamos, piensa.

Calle Watherby, 5.

Ok, primero necesito ir a casa, a comer algo, y después investigo un poco.

Calle Watherby, 5.

En cuanto salgo del instituto le marco por teléfono a Ackerley, pero no contesta.

-Hey- dice una voz ronca, inconscientemente levanto la mirada.

Es Wolfrick, tiene un peluche inmenso en la mano izquierda y apenas y puede sostener un ramo de rosas en la otra.

Pasó de largo sin mirarlo.

-Miah- dice en voz más alta.

Sigo caminando.

Pero él es más veloz y me toma por el brazo.

-Miah, escucha-

-Suéltame-le reclamo.

-No me voy a ir hasta que me escuches, ¿Okey