Capítulo 8

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-Déjame acostar a Pipper.

-Yo lo haré –Jamie tomó a la pequeña en sus brazos- dame un minuto.

Salió de mi habitación y solo tuve que inclinarme un poco a la derecha para verlo entrar por la puerta de la habitación de las niñas –me gustaba como sonaba eso- vi como la metió en la cuna y la cubrió, después miró a Dulcie y tras asegurarse que estaban bien encendió la lámpara que proyectaba pequeñas estrellas en el techo iluminando tenuemente, después salió arrastrando los pies y regresó, se sentó al borde de mi cama y me tendió el walkie-talkie que monitoreaba la cuna de Pipper.

Lo dejé sobre mi mesilla de noche y miré a Jamie, se frotaba los músculos de su cuello y hombros, además tenía unas enormes ojeras.

-La cosa es –comenzó- que, aquella noche en Londres... más bien, desde que ella se apareció en Berlín, no lo esperaba, Amelia pidió el alta en la clínica que estaba y como no terminó el tratamiento y por su inestabilidad, no podían dársela, así que recurrió a su padrastro para que se la proporcionaran, él firmó y la dejaron salir.

En no dejaba de mover los hombros y parecía cada vez más tenso.

-Jamie, recuéstate –dije, dando golpecitos en la cama- venga.

-¿Ah?

-Hazlo, puedes hablar mientras te recuestas.

-Ah, claro –se tendió a mi lado en la cama, pero le insistí hasta que se puso boca abajo, soltó un suspiro- Bueno, después de eso, averiguó fácilmente lo de la premier y tomó el primer vuelo que había a Berlín, además...

Puse mis manos en sus omoplatos mientras decía la última frase y comencé a masajearle la espalda, sentir de nuevo su piel tibia bajo mis palmas me provocó un escalofrío desde las puntas de mis dedos hasta la nuca.

-¿Qué haces? –dijo, bajando la voz.

-Estás muy tenso, sigue hablando.

Lo hizo, siguió hablando mientras yo lo masajeaba por el cuello, los hombros y la espalda, me contó que una vez que Amelia estuvo fuera, fue muy fácil para dar con nosotros, era obvio pues teníamos a la prensa encima, así que aprovechó la ocasión para lucir como si ellos fueran la pareja perfecta frente a las cámaras, después, la noche en el hotel, ella le había prometido volver a retomar el tratamiento solo si Jamie regresaba con ella.

-Se lo prometí a su madre –decía- así que no me quedó más remedio, pero cuando encontré tu nota en el hotel, supe que tú y yo podíamos seguir con esto, adelante, te llamé un millón de veces, te mandaba mensajes, hasta saturé tu bandeja de correos, lo sé porque para agosto no podía enviarte ni un mensaje más.

-Hace meses no reviso mi correo –le dije, aguantando una sonrisa.

-Lo sospeché entonces –suspiró, sus músculos estaban relajándose un poco- además, fui cada día a revisar el correo, nunca tuve respuesta tuya.

-Yo... te escribí una respuesta –susurré- pero jamás la envié.

-¿Por qué?

-Por Amelia –mis manos bajaron el ritmo- si ella se enteraba...

-No iba a hacerlo, ella no iba a enterarse.

-Créeme, no quería arriesgarme.

Después de eso, se puso más serio, me contó lo que pasó apenas días antes de venir a Nueva York: La sobredosis de Amelia, que al parecer la había encontrado justo a tiempo y que por esa razón, Dulcie había estado doce horas desatendida y desde entonces la pequeña nunca quería estar sola.

I'm yours |Jamie y Dakota| IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora