Los chicos acaban de llegar con bolsas blancas en ambas manos. Menos mal que les dije que no se exedieran en compras de cosas innecesarias.
Dejan los paquetes sobre la mesa de la cocina y vienen al salón.
Dían se sienta junto a mí, mientras que mi primo se recuesta en el sillón orejero de la esquina, y Anthony... Bueno, él como siempre se ha sentado en el suelo.
Podría decirse que no hemos cambiado nada en todo este tiempo, pero eso sería imposible, claro, vamos creciendo con el paso de los años, aunque el que menos lo ha hecho es Anthony.
-¿Cómo haces para tener la misma cara que cuando eras un crío?-le pregunto, y no es la primera vez que lo hago, pero siempre me responde algo diferente.
Me mira, y le veo los ojos tras el fleco. Enarca una ceja y pone cara de gente importante.
Se pasa la mano por la barbilla.
-Es que, a diferencia de otros, yo utilizo crema anti-acné.
Nuestras carcajadas resuenan por todo el salón.
-Vamos, Anthony,-interviene Dión.-todos sabemos que utilizas estiércol como exfoliante.
-Es que te deja la piel como el culito de un bebé.-bromea.
-¿Oliendo a mierda?
Anthony le tira un cojín a la cara.
Dían se levanta del sofá sin decir palabra, y se acerca a la chimenea, donde cada uno ha colgado su calcetín navideño, como cuando éramos pequeños.
-Mierda.-suelta, arrastrando las letras, lo que sonaría algo así como un "Mi....er...da..."
-¿Qué pasa?-le pregunto.
-Que no he comprado el calcetín.
Dían siempre se ha tomado muy en serio la navidad, es su fiesta favorita, pero a veces es demasiado recto en las tradiciones.
Un año nos encerró con llave para que no abriéramos los regalos antes del amanecer.
-¿Y ahora?
Sale corriendo, saltando por encima del sofá.
-Voy a comprarlo.
Anthony se levanta y va tras él.
-¡Voy contigo!
Miro a Dión cuando oigo el sonido de la puerta al cerrarse.
Se encoje de hombros.
-¿Feliz Navidad?
Pongo los ojos en blanco y me recuesto en el sofá
Suspiro.
-Sí, supongo que sí.
