-Yo tendría miedo.
Annie y yo estamos sentadas bajo un árbol de Central Park, con la espalda apoyada en el tronco.
Hace calor, pero la brisa lo hace más soportable. Bienvenido, Septiembre.
Annie está a punto de cumplir los nueve meses, y yo hace dos semanas que cumplí los siete.
No he vuelto a tener noticias de los chicos, por lo que he tomado la desición se criar al bebé yo sola. Si Anthony quisiera formar parte de esto, ya hubiera venido a mi casa, como hizo incontables veces en el pasado.
-Tengo miedo.-me responde Annie, aunque ya ni recuerdo de lo que estábamos hablando.-Claro que lo tengo, pero me imagino cómo será su cara, de qué color serán sus ojos, poder oír su voz... Si se parecerá a mí o al padre... Y todo miedo se va.
-Has encontrado a un buen hombre.-le digo.-Debes de sentirte orgullosa.
La veo poner mala cara, pero suspira.
-¿Estás bien?
Traga saliva.
-Una patada.-sonríe.-Va a salir futbolista.
Inspiro el fresco aire. Una mezcla de madera mojada, hojas secas y cálido sol.
-¿Ya le has comprado todo?
Apoya la cabeza en el árbol y cierra los ojos. El sol que se cuela entre las ramas le da en la cara.
-Sí.-me responde, y comienza a hacer la respiración de relajamiento que nos enseñaron en las clases de maternidad.
He mantenido la desición de no saber si mi bebé es niño o niña porque prefiero recibirlo iguial sea lo que sea, aunque sé que si es una niña me llevaré un shock emocional, pues seguro que se parecerá a su hermana mayor.
Al final el novio de Annie ha ganado la eterna disputa sobre el nombre de la niña.
-Alex.-la voz de Annie suena débil incluso estando a varios centímetros de mí.
La miro. Está pálida, y pequeñas perlas de sudor coronan su frente.
-Alex,-repite.-¿tienes el móvil ahí?
Me altero por un momento, pero respiro, no puedo permitirme perder los nervios ahora.
-Sí, lo tengo.
-Bien, bien. Llama a la ambulancia, ¿quieres? Marilyn quiere estrenar su cuna.
