-Es que hay que ser imbécil.
Anthony está sentado junto a Dión, curándole la brecha que se ha hecho en el pómulo y en la cuál han tenido que darle tres puntos, mientras yo le vendo la pierna a Nathan y le pongo hielo en las costillas para bajar la hinchazón.
-No deberías haberte metido, Nathan, ya era mío.
Nathan mira a su primo con mala cara.
-Ahora va a ser culpa mía.
Al parecer el tipo que le pegó a Dión es más listo de lo que nos imaginábamos, pues tiene las manos llenas de anillos no sólo para presumir, sino para inflingir más daños en una pelea.
-No os sirvió para nada.-digo.-Él solo pudo con vosotros dos.-suspiro.-Y todo por una tía.
Dión se recuesta sobre el sofá, llevándose la bolsa de hielo a la cara.
Nathan lo mira y niega con la cabeza.
-Empiezo a dudar sobre la eficacia de tu sexto sentido.
-Míralo por el lado bueno, Nathan,-le digo, soltándole la pierna.-Le ha servido de lección.
-Y eso que era el hermano.-interviene Anthony.-Llega a ser el novio y le revienta la cabeza como a un melón.
Dión saca un papel arrugado y garabateado del bolsillo de su vaquero.
-Sí, pero tengo su número. De esta semana no pasa.
-Algún día nos meterás en un problema.
Es la primera vez que oigo a Anthony no vacilar en una situación seria. ¿Dónde está el Anthony que yo conozco? ¿Estará madurando?
-Tienes que aprender a respetar, Dión.-digo, levantándome del sofá y cogiendo el suéter negro del perchero. Me lo paso por la cabeza.-Eres un imán de problemas.
-Para ti es fácil.-me recrimina.-¿Cómo haces para tener a tantas tías detrás de ti?
Me encojo de hombros.
-Bailo bien.-le digo.-Eso es un punto a mi favor.
Cojo las llaves y me dirijo a la puerta.
-¿A dónde vas?-me pregunta Nathan.
-He quedado con Annie.
-Yo alucino.-Dión se levanta.-Puede tirarse a cuantas tías le da la gana y se ata a una. Qué aburrimiento.
Aprieto la mandíbula y abro la puerta.
-Esa es la diferencia de ti y de mí, Dión.
-¿Que yo creo que el sexo es lo mejor del mundo?
-Que yo he madurado.
