Capítulo 8: Cenizas vivas

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Naruto Uzumaki

Tras el atentado de Orochimaru... yo no me podía dormir, estuve una semana teniendo pesadillas sobre mi secuestro y más que sobre mí... sobre el secuestro de mis hijos. Muchas noches me levantaba agobiado y preocupado para ir a comprobar las habitaciones observando que todos mis hijos dormían plácidamente. Tai sé que no necesitaba a nadie pendiente de él, aún así me gustaba revisar su habitación y comportarme como su padre. De mis hijos biológicos, tuve mucha suerte, sólo la primera noche lloraron como nunca, fue un escándalo y aunque Sasuke se levantó la primera vez, al comprobar que estaban bien, me impidió que fuera a verlos y yo me moría de ganas de levantarme y cogerlos, de abrazarles y hacerles saber que no pasaba nada, pero Sasuke insistió en que les dejase.

Tenía razón... a la noche siguiente ya habían comprobado que no nos levantaríamos por tonterías y durmieron prácticamente del tirón entre toma y toma. Ino había tenido la amabilidad de prepararnos la leche que íbamos a necesitar y es que yo ahora como hombre no podía ofrecérsela.

Sasuke también me preocupaba, algunos médicos decían que no había solución para su ceguera y yo quería encontrar algo que le devolviera su vista, su Sharingan, su Rinnegan. Había continuado siendo ANBU, había entrenado mucho y sé que no le hacía falta sus ojos para ser tan bueno como era, pero yo me sentía culpable, era mi culpa que se hubiera quedado ciego, quería que volviera a ver, que pudiera ver a sus hijos.

De mi padre... no volví a sentir nada. Desde que la conciencia de mi padre se reveló, yo sentía su presencia, sabía que estaba conmigo ayudándome, apoyándome, era uno de mis pilares fuertes igual que el de mi madre. Me gustaba pensar que Minato estaba en mí, su fuerza, su inteligencia, su sentimiento protector, sus habilidades como Namikaze. Ahora no lo sentía, podía sentir a mi madre, pero mi padre había desaparecido y yo tenía miedo de que Orochimaru hubiera hecho algo, que lo hubiera sellado, que hubiera destruido su conciencia o que la hubiera robado, no estaba seguro pero Orochimaru tenía tantas artimañas que no podía estar seguro de lo que había conseguido. Quería recuperar a mi padre.

Tai había crecido bastante en este tiempo, su Rinnegan se desarrollaba cada vez más y ahora hacía cosas increíbles. Lo más sorprendente, ahora podía manejar otros cuerpos ya muertos como lo hacía su padre, no eran tantos como su padre, pero seguro que mejoraría, ahora mismo sólo podía controlar a dos y sólo a cierta distancia gracias a esos piercings que llevaba. ¡Cada vez llevaba más piercings! Se parecía cada día más a Yahiko.

Hoy me había sentado en el patio para ver a Tai entrenar con aquellos dos cuerpos. Este chico sería un auténtico genio si lo entrenaban bien y teniendo a Kakashi como profesor, sabía que tendría la mejor instrucción que se podía esperar. Miré mis manos donde aún estaba uno de los libros de Jiraiya, mi padrino, del autor del libro que dio mi nombre, ese maestro que era la admiración de mi padre, el que le enseñó sus invocaciones.

Sonreí al recordar mis duros entrenamientos con él, sé que Nagato lo mató, lo asesinó pero... ahí frente a mí estaba su hijo al que quería como mío propio, el que llegaría a ser alguien importante para esta villa, yo confiaba en él, esperaba grandes cosas por su parte. Volví a levantar el libro y leí, quería leer todo lo que mi padre leyó una vez de Jiraiya, por ambos... se lo debía.

- ¿Cómo va Hokage? – escuché que preguntaba alguien a mi lado y me giré mirando a Kakashi de pie apoyado contra un pilar de madera.

- Kakashi-sensei – le llamé y él se sobresaltó.

- Ya no soy tu sensei Naruto – me dijo con cierto tono de tristeza.

- Siempre lo serás, Kakashi – le dije sonriendo - ¿Qué puedo hacer por ti? ¿O sólo has venido a comprobar que tu preciado alumno entrena? –e pregunté sonriendo señalándole a Tai.

Desesperante Sumisión (Sasuke-Naruto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora