Aquella tarde, Aomine decidió por primera vez, ir a la estación de tren mediante un taxi, no quería atravesar la ciudad; llena de ruido, edificios similares que se alzan gigantes y grises, invadiendo el cielo; los anuncios con sus frívolas expectativas, subyugados a necesidades innecesarias, llenos de consumo y sin sentido. Sin embargo, detrás de su repentino despreció por todo lo que la ciudad significaba, se escondía las vivencias que una vez más serán solo sueños lejanos; con su entrecejo arrugado, mirando el paisaje en movimiento a través de la ventana del auto, recordaba a Kagami.
En realidad, se encontraron de forma muy azarosa, pensaba, aquello no podía ser nada más que un capricho de la felicidad acosadora pero a la vez distante, sus fantasías, ahora alejadas del placer sensual, eran solo deseos de un tipo: cercanía. Quería estar con Kagami, pero a la vez no, quizá acercarse a él le había hecho entender que nunca serían iguales, al menos no para sus ojos.
Aquella distancia imaginaría, iba mucho más allá del talento, la fama, la belleza; era la divinización de la persona; para Aomine, Kagami era mucho más que un ser humano, se había vuelto un concepto, era su músico completo, el amante perfecto, el amigo ideal, la belleza absoluta, su familia, su felicidad, el placer máximo encarnado en un ser. ¿Cómo acercarse a un concepto? ¿Cómo podía ser tan pretencioso para querer monopolizar esa perfección? ¿Kagami era aún un humano?
Aún consiente de este sentir, Aomine quería estar cerca de aquel ídolo, para llegar a obtener las respuestas a estas preguntas, pero a su vez, quería huir de un fracaso inminente. Se detenía a pensar en su vida, y desde su perspectiva el éxito no era parte de ella, eso también lo traía Kagami consigo, él era tremendamente exitoso a los ojos del chico de ojos azules.
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El chico pelirrojo era de aquellas personas que vivían bajo el dicho japonés "no te rindas sin haberlo intentado", quizá por aquella actitud había logrado obtener la estabilidad que disfrutaba ahora. Aquel dolor en su pecho, pensando en perder lo que había conseguido con Aomine, se acrecentaba minuto tras minuto, mientras recordaba los pocos momentos que pasaron juntos.
No quería que aquello se acabara así, como era tenaz, él nunca desistiría de su empresa, aunque esta tomara días, meses, años; antes de dejar algo inconcluso en su vida prefería morir, y Aomine, realmente era un gran asunto incompleto. No sabía por qué, pero repetía una y otra vez en su mente, todos los desastrosos sucesos, casi inverosímiles, que le llevaron a conocer a Daiki. Realmente, acercarte a alguien, por golpearle con un micrófono, en pleno concierto, no es algo que ocurriera todo el tiempo.
El chico de ojos rojizos y cejas pobladas, con aroma a ciprés, una vez más perseguía a Aomine; se aferraba a la esperanza de resolverlo todo perseverando; siempre buscando una posible solución, agotándola hasta los límites. De hecho, cuando recobró la calma, el día que el moreno, le anunció su partida, pensó en cómo obtener la fecha en la que se marchaba, ya sabía hacía donde, solo necesitaba el cuándo.
Para su fortuna, haber intercambiado números con Tomoe, aquella noche de la pelea, solo para que le suministraran el de Daiki, fue valioso, ya que se enteró gracias a Tomoe de que probablemente, se iría la otra semana, por ser el último día del pago del apartamento. Dicho dato, fue suficiente, para que el pelirrojo asumiera que sería un martes, ya que era el último día del mes, si estaba equivocado, no tendría la oportunidad de verlo; quería ir antes, pero sin que este se diera cuenta.
El plan de Kagami aún era algo confuso, quería verlo, pero a la vez no detenerlo, solo mirarlo de lejos le parecía bien, aún no sabía si le iba a hablar, en realidad no tenía idea de qué hacer si lo tenía cerca de nuevo. Por ahora, se limitó a visitar a la casera, quien le confirmó que el último día de pago sería el martes, además de que el chico le confirmó su despedida.
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El dichoso martes, Kagami, saliendo a prisa del trabajo, corriendo, luego de tomar el metro, se dirigía a rápido al dichoso apartamento, que se había vuelto su sitio de refugio, el lugar en donde, todos los fines de semana, que ahora son parte del pasado, compartía divertidos momentos junto a su recién tesoro, Aomine.
Subió con desesperación e incertidumbre las gradillas de metal, para aproximarse al piso de en medio, abrió la puerta como tenía la costumbre, pero para su decepción, ahora, la planta estaba completamente destartalada, no había ni un indició de Aomine y su ominosa colección obsesa. Molestó al vecino de al lado, vislumbrando la posibilidad de poder perseguir, una vez más a su objetivo; por fortuna, este estaba en casa, le dijo que creyó haberle escuchado salir hacía solo unos cuarenta minutos antes...
Cuarenta minutos era demasiado, pero no se echaría atrás, su perseverancia le había salvado muchas veces antes, era momento de ponerla a prueba una vez más. Si tenía la oportunidad, tenía que aprovecharla no importa cómo. Al igual que Aomine, el alma del pelirrojo iba confusa y sumida en la angustia, mientras miraba perdidamente hacía fuera del vehículo, que según dirección del cantante, ahora se dirigía lo más pronto posible a la estación.
Salió disparado del vehículo, que aunque iba a buena velocidad, para Kagami, estaba atrapado en una distorsión de espacio, provocando que aquel corto viaje, le pareciera uno de los más largos nunca antes hecho. Corrió dentro de la estación, se calmó, buscó el tren con destino a Sapporo, hace unos cinco minutos había salido uno, no quería rendirse y empezó a buscar con la mirada, entre los transeúntes que se disponían a abordar.
Los ojos de Kagami, se empezaban a poner llorosos, sentía que había perdido algo muy importante; pero aquella suerte que le llevó a conocer a Aomine, las coincidencias que los emparejaron en el mismo tiempo y espacio, al parecer no eran tan fuertes como creía, el límite de su perseverancia, al parecer había llegado.
Ya enjugando sus lágrimas, con los puños cerrados, el lindo chico de cabello rebelde, se volteó para buscar un asiento y sosegarse, cuando lo hizo, su cara apenada, se transformó en una de asombro. Recostado contra una de las paredes blancas, divisorias del edificio, estaba Aomine, sentado sobre su maleta, mirando cabizbajo su celular.
Kagami no podía creerlo, caminando lentamente hacía él, sin cuidado de chocar con los transeúntes, se acerco estupefacto; tal y como imaginaba, su mente estaba en blanco. Al estar al frente, Aomine, sin dejar de mirar hacia abajo, logró reconocer las tenis de un rojo vibrante, los tobillos desnudos que se evidenciaban gracias al jeans con el ruedo doblado...No había duda, era Kaga-chan, en un arrebato, le rodeo las piernas con sus brazos, colocando su cabeza sobre el abdomen del trigueño, quien se agachó para rodear al moreno con sus brazos.
La tierna escena, pasó desapercibida por unos, como un espectáculo para otros y algo desagradable para otro tanto más; sin embargo, la pareja abrazada, estaba tan consternada entre el llanto, sus inquietudes, debilidades y sentimientos, que en aquel instante, perdieron toda noción de la realidad.

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Rock me baby! [AOKAGA]
FanfictionUna historia llena de conflictos, romance y un poco de humor; protagonizada por Aomine, un joven quien a pesar de sus propios problemas, encuentra inspiración en la música. Además de ser un fanático de W.B. la banda de rock local, liderada por Kaga...