Prólogo

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Otro día más en ésta estúpida isla. Con este maldito trabajo. Odio vivir aquí. Si pudiese, me largaría, pero no puedo hacerlo. Soy una débil, no tengo fuerzas para matar ni a una maldita hormiga. Sólo sigo trabajando por la promesa que les hice a mis padres. ''Sigue las órdenes del maestro, hija''. Dijeron los dos, antes de morir.

Y aquí sigo, después de diez años, llevo toda mi vida trabajando. Nada más y nada menos que diecisiete largos años. Cada día sueño en cómo será la vida fuera del mar.

Siempre me ha llamado la atención el mar. Cada vez que miro al horizonte, parece que no acaba. El mar es infinito, siempre lo he creído. ¿Cuántos misterios esconderá tras él? Yo no voy a ser la que responda a esa pregunta, lamentablemente.

- ¡Maldita! ¡Despierta y a trabajar!

Me da una patada en la espalda para que salga de mi habitación, si es que se le puede llamar así. Es un maldito trastero, con una cama, nada más. Más que una cama, es una manta. 

Me pongo en la barra, y empiezo a servir sake a todos estos malditos piratas borrachos. Odio a los piratas. Son ellos los que me han hecho esto. Han utilizado mi cuerpo para cualquier atrocidad. Me han destrozado, y estoy encadenada a esta sociedad horrible.

- Eh, muñeca, ¡más sake! - grita un hombre con un aspecto asqueroso.

Cojo el maldito barril que pesa mil kilos, y se lo pongo sobre la mesa. Mira a sus compañeros con una mirada que conozco. Lo van a hacer, y no puedo hacer nada para evitarlo. El que parece ser el capitán me agarra del trasero, y me sienta sobre su muslo.

- ¿No vas a decir nada? - pregunta, mientras huele mi pelo de forma tan irritante que casi le doy una buena torta.

Lo he intentado muchas veces, salir corriendo, darles una buena bofetada, pero en todas he salido perdiendo. Mi jefe es peor que todos los piratas juntos. Cuando se enteró de lo que intenté hacer...

Me saca de mis pensamientos cuando me agarra del pecho y me lo estruja. Duele tanto que casi grito. Casi. Tengo que aguantar.

- ¿No crees que estarás mejor sin esa camiseta? - pregunta uno que está mirando al fondo.

- ¡Oye! ¡Otro barril por aquí! - grita otro, al otro lado de la taberna.

Me levanto, y llevo otro barril. Todos están tan borrachos que se quedan dormidos, o vomitan. Hoy tengo suerte. He vivido cosas peores. Pero sé que él me está observando, así que no puedo hacer nada. No puedo morir, por mis padres. Sigo viva gracias a ellos.

Lo limpio todo hasta que vuelven a venir más piratas, que todos abusan de mi. Es como si mi cuerpo fuese de trapo, de usar y tirar. Casi todos los días lloro al cerrar la taberna, lloro de felicidad porque ha acabado otro día más. Pero nunca sé lo que llegarán a hacerme mañana.

Vuelvo a mi habitación, y me rodeo con las mantas. Una bandeja con pan de ayer está al lado de la puerta, pero ni siquiera la recojo. No tengo hambre, nunca lo tengo. Ya se me están notando las costillas. No puedo morir de hambre, así que al final decido comer. Está demasiado duro, pero me las apaño.

Lloro, como todas las noches. Me siento sucia, asquerosa, todas esas manos que me han tocado siguen sobre mi cuerpo. Nunca se han ido. Siempre van a estar ahí. Esas huellas se quedarán hasta que llegue el día en el que muera.

Entra Ryu, con un vaso de agua y un cuenco lleno de sopa que parece  que se va a salir. No quiero que me vea así de sucia, lamentable, pero él siempre sonríe. No sé si sonríe porque estoy viva.

- ¿Estás bien? - pregunta, y me aparta las lágrimas de mi rostro. Niego con la cabeza. 

Saca una toalla y la moja en el agua. Con mucho cuidado me lava la cara, a toquecitos, como si fuese de cristal. Él es el único que me ha ayudado todo este tiempo. Nunca se lo he agradecido.

- ¿Por qué no huimos los dos? - pregunta, de repente.

- No... no puedo.

Posa su dedo índice sobre mis labios, y mi corazón da un vuelco. No entiendo cómo puedo estar enamorada en este estado lamentable. Soy demasiado horrible para él.

Él es tan... sus ojos son del color del mar. Cada vez que le miro parece que me sumerjo en el océano. Cada centímetro de su cuerpo es hermoso. Pero le quiero tanto porque me ha ayudado, no por nada más. Es la única razón, no es amor verdadero. Todavía no ha llegado, ni llegará.

- No puedes seguir así...

- Ryu. - interrumpo - Estoy bien.

- No puedes estar bien... mira lo que te han hecho.

- Sigo viva. - sonrío, ni siquiera sé cómo ha salido esa sonrisa.

Suena su Den Den Mushi, y dice que se tiene que marchar. Me da un beso en la mejilla, y cierra la puerta. ¿Cómo puede besar a un ser tan horrible? Nunca lo entenderé.





[ Espero que os haya gustado esta pequeña introducción de la nueva historia que tengo muchísimas ganas de escribir. Mucho amor a todos <3 ]

La inútil del grupo [One Piece fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora