La primera mañana

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Al igual que todas las mañanas él estaba del otro lado del suburbano, con sus audífonos puestos, con los ojos cerrados y recargado en la pared. Era hermoso verlo y admirarlo de esa forma, pues sería la única forma de tener un poco de contacto con él, mi estúpida timidez no me permitía ni siquiera decirle "Hola" pero esta bien, así no creerá que soy rara y no se alejará, la única vez que quería acercarme a él con la intención de darle una pequeña bolsa con galletas que hice para él, llegó su amigo y sí me era difícil hablar con él, ahora con alguien más presente me moriría de vergüenza.

Así qué me quedé ahí parada cómo tonta en medio del pasillo de la estación con una bolsa llena de galletas aún tibias...

Es cuando me dí cuenta que no sería para mí, y definitivamente no estábamos destinados a hablar o conversar. Pero como lo dije antes, es mejor verlo así de cerca, pues como ya lo había mencionado, no estamos en la misma escuela, y si no lo dije tal vez lo pensé. Pues no portabamos el mismo uniforme, además de que íbamos a lados opuestos de la estación.

Veo el reloj y comienzo a contar los segundos mentalmente, pues un minuto al día lo veo y no desaprovecharía la oportunidad.

Un minuto me bastaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora