—Cariño, ¿Has revisado todo? ¿Cepillo de dientes, desodorante? ¿Llevas ropa de abrigo? ¿Los sandwiches que te hice? Coge mantas, por favor, te vas a helar. ¿Has bajado el saco de dormir del trastero?—Mamá, hace dos horas que tengo todo listo. Llevo dos mantas, el saco de dormir, la tienda de campaña, abrigo, gorro y los sandwiches. Ah, te cojo prestada la Canon, ¿Vale? Quiero aprovechar el paisaje de la montaña para hacer buenas fotografías. —añado.
Mi madre no para de andar de un lado para otro, me pone nervioso cuando saca a relucir su trastorno obsesivo-compulsivo.
—Claro, cielo. ¿Necesitas algo más?
—Sí. No te alteres si no cojo el teléfono, dudo mucho que haya cobertura.
—Llamaré al camping en ese caso. —musita mi madre al borde de un ataque de nervios.
—Mamá, voy con el instituto, ¿Lo entiendes, no? Lo cual significa que estaremos vigilados hasta para cagar. Tengo 17 años, soy maduro y respon...Soy mayorcito ya.
—Vale, vale. -Suspira. —Es sólo que a veces se me olvida que ya eres todo un hombrecito.
—¿Seguirás diciendo eso cuando tenga 30 tacos?
—Crecéis tan rápido...—Suspira de nuevo. —Ay, todavía me acuerdo de la primera vez que a tu hermana le vino la regla. Y ahora intenta estar en casa lo menos posible, como tu padre...
—¿Qué pasa con papá? —pregunto exasperado.
—Nada, Ethan, el trabajo, los viajes, las reuniones...A veces echo de menos algo de vida familiar.
Vale, mi madre se está poniendo sentimental y necesito pararla los pies. Descarto la opción de contarle lo de la amante secreta de mi padre así que opto por algo de compasión.
—Siempre me vas a tener a mí. —digo con una media sonrisa.
Mi madre resopla de alivio y me guarda un jersey rojo de algodón en la mochila. Se atusa el pelo y se sienta en mi cama, pensativa.
—Podrías quedar con Mónica y Cece. —propongo. —Hace mucho que no sales, te mereces un descanso. Sal, diviértete, píllate un pedo y deja de preocuparte tanto por los demás.
Lo medita durante unos segundos.
—¡Tienes razón! ¡Noche de chicas! —exclama. —Voy a llamarlas a ver qué planes tienen.
Mi madre sale de la habitación con el semblante alegre y una sonrisa de oreja a oreja. Sonrío, se lo merece. Necesita salir y sentirse joven otra vez. Porque lo es, y siempre lo será aunque tenga 60 años. El espíritu es lo que realmente predomina, el cuerpo es mortal y material. —Pienso. Y me recuerda tanto a la teoría antropológica de Platón que saco un cigarro y me lo enciendo. Los filósofos debían de pasarse el día entero con un cigarrillo en la boca. Y lo que no son cigarrillos también. Cierro la puerta y abro la ventana para disipar el olor y me regalo cinco minutos de gloria. Elijo una canción de los Arctic Monkeys, I wanna be yours e intento relajarme escuchando cada acorde. Hace frío, y está algo nublado. No quiero ni imaginarme el viento que hará en la montaña, menos mal que prefiero prevenir que curar y he cogido un abrigo de forro polar.
Recibo un mensaje de Leah que ha mandado al grupo que tengo con Tomy y ella.8:09 pm
Leah: ¡Chicos! ¿Alguien ha dicho alcohol?Leah manda una foto de varias garrafas de mojito, a juzgar por el color amarillento y la hierbabuena.
8:10 pm
Yo: De puta madre, yo he comprado Licor 43 con batido de chocolate y he cogido "prestada" una botella de Brugal de la bodega de mi padre.
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Impredecible
Teen Fiction«No me gustan las motos. Nunca me han gustado. Pero en esta vida hay que probar cosas nuevas y arriesgarse. Me arrepentí de mi decisión nada más subir.»