Capítulo 6: Antes de que sea tarde

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Me gustaría poder decir que es un buen día, pero estaría engañándome a mi mismo. He tenido otra pesadilla. Esta vez yo era el conductor de aquel camión de color rojo sangre. Pero simplemente me limitaba a observar los hechos. No podía cambiar de dirección. Mis manos estaban sujetas al volante y mis pies inmóviles. Me he despertado de un sobresalto, cuando mi mejor amigo se estrellaba sobre la luna del vehículo, intentando respirar aferrándose a la vida. También me ha salvado de mi terrible sueño el sonido de las gotas de lluvia golpeando la ventana. La lluvia me deprime. Cambia mi estado de ánimo completamente. No es que yo sea una persona muy animada, pero a pesar de eso, se nota la diferencia. Lo único que me apetece hacer en un día de lluvia es quedarme en casa viendo una película tapado de arriba a abajo con una manta. Una película deprimente, con un chocolate caliente. Mientras observas a través del cristal el cielo gris cubierto de nubarrones melancólicos. Ves como tu árbol favorito se inunda. Y parece que tu mundo se derrumba por momentos.
Quizás no es la lluvia. Ni el cielo. Ni la pesadilla. Ni que sea Domingo. Probablemente haya intentado desviar tanto el tema que incluso he llegado a creerme que todo seguía como antes. Pero nada es como antes. En todo caso sería como si nunca hubiera existido, como si me hubieran reseteado el cerebro cual cyborg. Las comparaciones son odiosas. Y la lluvia no cesa. Debería quedarme en la cama todo el día, para prevenir. Pero como dice la gente, a veces puede que el remedio sea peor que la enfermedad. Qué frío hace. Encojo los dedos de los pies, refugiados por unos calcetines negros. No me gusta dormir con calcetines, no me parece higiénico. Supongo que ya no me molesta. Tengo la piel de gallina a causa de la pesadilla. De verdad pensé que desaparecerían. Puede que me esté volviendo loco. Jamás he estado en mis cabales pero ahora realmente no tengo ni jodida idea de cómo actuar como una persona cuerda. Lo mismo es porque la única persona que me mantenía cuerdo ya no está. Me incorporo entre las sábanas y cojo el móvil. No tengo ni un solo mensaje. Curioso Ethan. Esperaba encontrarme un "Buenos días" y lo que he encontrado solo es un día lluvioso. Cotilleo mi lista de contactos seleccionando el primero de todos. 'Acosta Hermano'.
Es una tontería, lo sé. Se supone que a un hermano no hace falta guardarle como tal, sino que tu sabes que lo es. Pero no quería dejar de recordarlo nunca. Él me tenía guardado igual, bueno, me tiene guardado igual. Observo su foto de perfil montado en su moto roja de cincuenta. A continuación miro su última conexión.
8 de Enero a las 11:43.
Última conexión. No habrá más. Pocos minutos después de las 11:43 de un 8 de Enero mi mejor amigo dejó de existir. Me pregunto cómo de mal deberá estar su madre para no haber cancelado su línea y su número de teléfono. Seguirá dependiendo de esa última conexión. Como todos, como yo. Lo cual me recuerda que tendría que ir a verla. Demasiado egoísta por mi parte no tener ni el detalle de acercarme. Ni de ir al funeral. Joder, me siento la peor persona del mundo. ¿Dónde cojones están mis sentimientos? ¿Se fueron con la última conexión o aun queda algo de mi naturaleza humana? Sea lo que sea, jamás lo descubriré tumbado en mi cama contando las gotas de lluvia.
Dos golpes breves a la puerta me sacan de mi mundo y me devuelven a este. Que es más real, más frío, más gris y más todo.

-Buenos días cariño, Domingo. lluvioso, ya sabes. Te toca elegir a ti. -exclama mi madre desde el otro lado de la puerta.

Pongo los ojos en blanco y resoplo. Si en algo me parezco a mi madre, es en que ella también detesta la lluvia. Por eso, hace 4 años decidió que cada Domingo lluvioso sería menos malo si tuviéramos motivos para que no lo fuera. Y cómo una de las cosas que más le gustan a mi madre es la comida de otros países, acordamos que los Domingos lluviosos iríamos a encargar comida que no estamos acostumbrados a comer. La llevaríamos a casa, y después nos sentaríamos a ver una película, resguardados de la inestable y sombría lluvia. Me solía encantar este plan. Muchas veces, Acosta venía a comer y pasábamos la tarde jugando a matar zombies en mi cuarto. Cuando me quería dar cuenta ya era de noche y él se tenía que ir. Así los Domingos lluviosos eran menos malos. Ahora es cuando me toca enfrentarme a un Domingo lluvioso solo. Y tan solo son las 10:33. Qué alguien me de fuerzas.
Me quedo bajo el agua casi ardiendo de la ducha una media hora. Cuando salgo, me cambio la venda y bajo a desayunar. Mi padre está leyendo el periódico con la vista fija, sin articular palabra. Pongo cara de pocos amigos y le sonrío a mi madre, que está preparándome un café.

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