Capítulo 2: Duelo

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Recuerdo cuando me contaron que mi abuela Carmen había muerto. Yo tenía 6 años y estaba muy unido a ella, era casi como mi segunda madre.

Me dijeron que la abuela se había ido al cielo, al ser pequeño, lo comprendí bien al cabo de unos días, pero no era tan doloroso, o al menos me distraía y se me olvidaba cuando bajaba al parque a jugar.

Esto si lo es. No es una noticia que pueda asumir en cuestión de días. No quiero creerlo, me niego.

El dolor es insoportable y no hay manera de disminuirlo.

Mi madre me mira de reojo, evito su mirada y me giro. Me quedo contemplando por la ventanilla como las luces de las farolas se van quedando atrás. Ya es de noche. Después de unas cuantas pruebas para comprobar mi estado me han dado el alta. Preferiría seguir en coma, o haberme despertado con amnesia y no recordar ni donde vivo.

Mi madre saca su paquete de tabaco y se enciende un cigarrillo. Cierro los ojos y apoyo mi cabeza en el lado derecho del asiento. Por primera vez, el silencio no me molesta, necesito no pensar.

El viaje de vuelta se me hace eterno, pero por fin llegamos. Brunete. Mi hogar durante 17 años. No es muy grande, pero en estas calles me he criado, no podría vivir en cualquier otro sitio. Mi madre ataja por la otra entrada del pueblo y pronto entramos en una calle larga.

Al final, gira a la izquierda y se dispone a aparcar. Sobre el muro está tallado en piedra el nombre de la urbanización. "VILLAGOLF", en letras bien grandes.

Me desabrocho el cinturón y me bajo del coche. Mi madre hace lo mismo. Hace bastante frío, lo normal para estar a primeros de Enero.

Entramos en casa y todo está oscuro.

-Ya estamos en casa. -Grita mi madre. Rápidamente se oyen los pasos de mi hermana Lucy bajando las escaleras.

-¡Enano! -Me abraza. Y puedo sentir su calor.

-Cuidado con la venda. -Advierte mi madre.

-Oh, si, es verdad. ¿Como estás?

No respondo. Porque no se que decir.

-Tendrás hambre, la comida del hospital es horrible. -Afirma Lucy. -He dejado filetes hechos por si acaso, no sabía cuando ibais a llegar.

-Gracias, cariño. -Contesta mi madre.

-¿Y tu padre?

-No ha llegado todavía.

-Estará liado con el trabajo.

Mi padre con tal de no estar en casa es capaz de ir adelantando el trabajo del día siguiente.

-Ethan date una ducha si quieres y cenamos los tres. -Sugiere mi madre.

-No tengo hambre.

Acto seguido abandono el Hall y subo las escaleras. Entro en mi habitación, cierro la puerta y respiro lentamente.

Enciendo la luz y avanzo hacia la cama sin mirar el corcho de fotos de la pared.

Me siento en la cama y me quito las zapatillas, unas New Balance que me regalaron por Navidad, están manchadas de barro así que tengo cuidado para no ensuciarme y las dejo en una esquina de la habitación.

Por un momento es como si nada hubiera ocurrido, mi cuarto es uno de los pocos lugares en los que me siento seguro, como un refugio.

Mis padres me dejaron decorarlo a mi gusto. Las paredes están pintadas de un azul casi celeste, en el lado izquierdo hay una gran estantería con cientos de libros que he releído un montón de veces.

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