Eleven Shot.

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El sonido de una bala resonó en la húmeda y sepulcral  habitación, un segundo tiro siguió destinado a una extremidad y el tercer disparo llego al centro de ese ser. Un día común en la vida de Yong Guk.

--¡Hyung! ¡Yong Guk hyung!-- Reaccionó ante el repetitivo llamado de Jung Hong. --¿Que pasa?-- Lo observo y el menor le mostró un maletín. --El cliente menciono donde se encontraba al dinero.-- El mayor asintió y cabizbajo preguntó. --¿Por qué lo han matado?-- Jung Hong lo admiro estupefacto. --¿Que dice hyung? Hace unos momentos decía que eran ordenes irrevocables del señor Woo.--

El portador del arma lo palpo sobre un hombro dandole un ligero apretón. --¿Esta bien? Se ve algo distraído.-- Yong Guk se volteo a el. -- Estoy bien Him Chan, solo estaba pensando.-- Forzó una sonrisa que concluyó en una mueca y retiró la mano de su dongsaeng.

--Asegurense de llamar al equipo encargado para que limpien el lugar antes de irnos.-- Suspiro dando un vistazo a las expresiones preocupadas de sus miembros. --¿Que están esperando? ¡Muévanse!-- Volvió a su mascara habitual de impenetrabilidad. Justo como debía ser, nadie debía leer su rostro.

Abandonó el lugar, dejando a los chicos la tarea de acomodar la habitación como si nunca hubiera sucedido un asesinato. De nuevo un usuario de la red del señor Woo, se había retrasado en sus pagos y su jefe había ordenando capturarlo y ejecutarlo sin piedad, mientras lo forzaban a entregar el dinero. Nada nuevo bajo el astro solar.

Se adentró en el auto en el que habían seguido y emboscado al deudor. Tomo asiento en el lugar del piloto colocándose en una posición cómoda, cerrando sus ojos y sobando sus sienes. Algo andaba mal.

Día a día Yong Guk era frío y presuroso en el trabajo, nunca divagaba en su mente y vivía con el ideal del tiempo es dinero; capital para adquirir más armas por su cuenta y para buscar un hogar decente y acogedor, lejos del ojo del señor Woo. Ni siquiera podía pensar en lo que había tenido que gastar y hacer para que sus compañeros y superiores lo encubrieran al dar los informes mensuales de los chicos y el de el, al secretario de su jefe. De otra forma, estaría bajo tierra desde hace un largo tiempo.

Retiro las manos de su cabeza y suspiro de nuevo. Imágenes de aquel hombre suplicando misericordia lo saturaban y hacían explotar sus sentidos. Logro refrenarlos luego de tortuosos minutos, asaltando su cabeza esta vez, la tierna e inocente sonrisa de su amada Soo Ra que lo hacía destrozarse como si se tratara de una daga clavándose en su pecho. Sus labios color carmín, sus dientes impecables y alineados lo hacían perderse; si proseguía  recordando sus ojos, mejillas y sus cabellos rizados color oro terminaría colapsando de arrepentimiento y culpabilidad. Su Soo Ra no se merecía aquello.

--Hemos acabado hyung. ¡Otra misión cumplida!-- Mencionó Dae Hyun agitando el maletín con el dinero. Los demás chocaron las manos entre si, sonriendo victoriosos. Yong Guk se preguntaba cuando ejecutar a una persona se había convertido en una misión cumplida para B.A.P.

Analizo las expresiones de sus hermanos menores por el espejo retrovisor y puso en marcha el vehículo, deslizó el volante sobre sus manos y salió de la bodega solitaria. Lo único que quedaba eran desgarradoras manchas del líquido de la vida, esparcidas por las cuatro paredes del lugar.

El mayor seguía conduciendo deseando llegar a casa y encerrarse por siempre en su guarida, pero para mal de el, tenían que llegar con sus superiores y entregarles el dinero recaudado. Deslizó una vez mas sus manos por el volante adentrándose en una de las oficinas de la red de su jefe. Las calles eran deplorables y olían a putrefacción, cumpliendo el objetivo de ahuyentar a gran parte de los transeúntes, excepto por algunos vagabundos y niños huérfanos que seguramente el señor Woo no tardaría de disfrazarse de cordero para implementarlos a sus filas.

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