Capítulo 5 - Calma después de la tormenta.

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La habitación de Teobaldo de encontraba en una penumbra casi completa, pero los pocos rayos de sol de mediodía que atravesaban tenazmente las suaves y verdes cortinas cubrían de luz una pequeña sección de dicho lugar.

La habitación estaba hecha un desastre, prendas de ropa impregnadas con el intenso olor a alcohol se encontraban por todos lados casi tapando toda la alfombra y la cama. El autentico resultado de una buena borrachera se hacia presente.

Su cuerpo casi inerte estaba tendido sobre la orilla de la cama con un brazo colgando y la mano tocando el piso, la almohada y sabana debajo de su cara mojada con un poco de saliva, las borracheras hacen que babear sea más sencillo, casi obligatorio. Un pequeño haz de luz reposaba sobre la cara de él, empezó a irritarle y gradualmente empezó a escucharse el sonido de unos gruñidos de molestia aunque el cuerpo permanecía inmóvil.

Comenzó a impacientarse, no tenía las intenciones de levantarse en ningún tiempo cercano así que decidió seguir acostado pero no podía recobrar el sueño con lo que para él era una explosión de luz que no lo dejaba descansar.

La puerta se abrió de golpe y Teobaldo arrugó el ceño llevando ambas manos a sus orejas.

-- Hora de levantarte holgazán -- Estableció la rellenita hermana, atravesando el campo minado de ropa llegó hasta la ventana con un paso rápido y abrió la cortina por completo, iluminando la habitación entera. -- No importa lo mal que te haya salido tu cita anoche, el lugar esta full y necesito ayuda --

Teobaldo reaccionó como si un tren lo hubiera arrollado, tratando de esquivar los vigorosos rayos de luz recobró su fuerza perdida y volteo su cuerpo entero rápidamente mientras se tapaba la cara con la almohada, murmuró alguna que otra maldición a través de la tela pero se negaba a levantarse.

La hermana no hizo caso en absoluto, agarró lo poco de sábana que tenía encima y de un solo tirón la tenía en sus manos. Lo mismo hizo con la almohada aunque el esfuerzo tuvo que ser un poco mas arduo.

-- ¿Sabes que soy tu jefe verdad? -- amenazó Teobaldo aunque con un tono desvarío y los ojos cerrado, apenas murmurando bajo un aliento apestoso a whisky.

-- ¿Sabes que no me importa verdad? -- Respondió su hermana sin darle mucha atención, usualmente era juguetona y cariñosa con él, pero detestaba fervientemente sus borracheras, nunca anunciaban algo bueno y más aún, detestaba el olor - y los recuerdos que venían consigo - Así como el del cigarro.

Terminó por sacarlo de la cama y arrastrarlo hasta el baño para que se duchara, él aún seguía más dormido que despierto con los ojos cerrados y los pies apenas moviéndose. Murmuraba una que otra cosa in-entendible pero lo más seguro es que si prestabas suficiente atención, la mayor parte fueran insultos hacia su hermana.

Ella lo arrojó en la ducha, decorada con amarillos patitos de hule en el fondo pero el se quedó parado bajo la regadera y prácticamente se quedó dormido estando de pie. Si hermana suspiró fuertemente en frustración, le quito las pocas prendas que cargaba encima (desde hace años que lo ayudaba con las borracheras así que esto no era nada nuevo) y sólo por maldad, abrió el agua caliente a toda presión y salió rápido del blanquecino baño.

Los gritos de dolor fueron su satisfacción.

...

Con la piel aún roja Teobaldo salió vibrante de la ducha. Más que estar molesto se sentía energético (De nuevo, esta no era la primera vez, así que ya acostumbrado no tenía por qué molestarse) se dirigió al lavamanos para verse en el espejo, comenzó a inspeccionar su rostro detalladamente en busca de algún detalle faltante, resultado de alguna posible pelea en la noche anterior, pero lo único interesante que notó fue que un poco de vello facial cubría su cara.

Por algún extraño motivo eso lo hizo recordar la copa de vino cortesía de Anahis. Tal vez porque a ella le gustaba su barba tiempo atrás; se enrojeció de nuevo, volvió a sentirse como un estúpido por lo que había pasado en la cita, maldita sea todos se fue abajo antes de siquiera empezar... Aunque, sentirse así le desconcertaba a su vez, después de todo Rebecca no era la primera chica guapa con la que tenía una primera cita fallida, demonios, ni siquiera entra en el top 20 de las peores. Pero por algún extraño motivo tenía esta sensación de que tenía que estar con ella.

-- Probablemente esto sean secuelas de la borrachera... -- Se dijo a su reflexión en el espejo. -- O tal vez ella si sea algo diferente -- quedó pensativo perdido en sus propios ojos, observando sus pensamientos desarrollarse frente a él.

...

-- Vaya, vaya, vaya, pero miren al hombre, afeitado y arreglado -- Dijo la hermana de Teobaldo de forma alegre al ver a su hermano pasar frente a ella -- Wow, incluso hueles a colonia y todo, ¿Planeando en buscar otra chica en el negocio? -- Preguntó sarcásticamente.

Teobaldo sonrió de medio lado y soltó una pequeña risa -- A menos que llegue una de otro estado, tal vez --

-- Bueno pero vamos a salir de una vez entonces que ya vamos a llegar a tarde -- Apuró -- Pero hey... No quiero mas borracheras -- Miro amenazante a su hermano, con un poco de preocupación al fondo de su mirada.

-- Por favor enana, ¿Cuándo he tomado yo en mi vida? -- dijo de forma burlona, pero luego se acercó para envolverla en un abrazo -- ¿Tranquila si? A mi no me va a pasar lo mismo -- Aseguró, con algunos malos recuerdos nublando un poco su mente.

Su hermana lo envolvió en un abrazo más fuerte. Y ambos se dispusieron a abandonar el cómodo apartamento para dirigirse a su lugar de trabajo.

Las caricias de TeobaldoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora