Resumen: Este es un extra que se sitúa justo cuando Kagami tenía unos 12 años y se encontraba en el clan yakuza del Dragón Oeste, junto a su padre adoptivo.
-¡Señor! Parece que una vez más el señorito Kagami se ha escapado.
-¡Maldita sea! ¿Cuántas veces les he dicho que si es necesario lo amarren a una reja de la ventana?
Otra vez el chico pelirrojo volvía a la mansión lleno de moretes, en realidad no era porque se hubiese metido en problemas con sus compañeros del colegio, ya que nunca había ido a la escuela regular desde primaria; si no que fue debido a tratar de ser amable, siempre le salían dando un par de golpes, aunque el también devolvía otros. Aquella tarde una vez más el pequeño tigre tuvo que explicar a su padre lo acontecido:
-¡Padre, lamento lo ocurrido! Hoy logre salir de la mansión por un momento, encontré a unos adolecentes mayores que trataban de robar a un niño mucho más bajo que yo, así que decidí ayudarle.
-¿Así que esta vez molestaban a un niño, es tu nueva historia? ¿Cuantas han sido ya? ¡Que un gato ahogándose, que una anciana que le robaban un bolso, que a un hombre le quitaron una bicicleta!... ¡Si no salieras de la casa no tendrías necesidad de hacer nada de eso! ¿Verdad? ¡Respóndeme!
Al decir esto, el hombre ya algo canoso, levanto su bastón y golpeo un hombro del jovencito.
-¡Si señor!- Aún ante el dolor, la mirada de Kagami permanecía serena, ya era natural en el evitar mostrar sus lagrimas por cualquier cosa, sus tutores de actividades físicas siempre se lo repetían.
-¡Retírate antes de que te golpee más!
-¡Si señor!
Kagami ya estaba acostumbrado a los castigos que su padre le infligía, aún cuando lo golpeaba de esa manera, el pelirrojo estaba consciente de que se escapaba por su propia cuenta y de que se lo habían prohibido. Pero era tan aburrido; su vida no era tan divertida o temeraria como lo veía en los mangas; se percataba de que vivía entre yakuzas solo porque a su padre siempre le acompañaban unos tipos de negro, además de tener mucho dinero sin al parecer hacer un trabajo que requiriera muchas horas, al igual de que todo el tiempo le decían que sería el heredero, el sucesor y lo trataban como alguien muy importante.
-¡Kagami! ¿Estás dormido?
En ese momento, el pelirrojo estaba a punto de caer en la fase profunda del sueño, sin embargo el sonido de la puerta corrediza le despertó de inmediato, al percatarse de que era su padre, se colocó sobre sus rodillas y respondió:
-¡No Señor! ¿En qué le puedo servir?
-Ha, ha, ha ¡No tienes que ser tan rígido!
-¡Sí!
-¿Te trataron el golpe?
-¡No padre!
El hombre canoso, se reclinó sobre el futon de Kagami, sacó una especie de ungüento de su Hakama y lo empezó a aplicar en el morete que él mismo había dejado en el hombro de Taiga.
-¿Te está yendo bien con tus clases de Karate?
-¡Si señor!
-Ya te estás haciendo un joven fornido, eso significa que de verdad estas tomando en serio tus clases de Karate y las de Judo también.
-Sí, lo hago. En verdad me gustan...
-Pero pasas aburrido el resto del tiempo, lo entiendo. Cuando yo tenía tu edad, mi vida era igual a la tuya, sin embargo era más tímido y apegado al hogar que tú. Hijo, yo te dejaría jugar fuera, sin embargo nada me garantiza que nunca te vayan a hacer daño alguno de nuestros enemigos. Te lo he dicho muchas veces, entre más fuerte y unido es un clan, mayor envidia, tendrán de nuestra prosperidad e irán por nosotros.
Si te ocultara este hecho, en un futuro podría arrepentirme de no habértelo dicho, sé que no es un cuento bonito, pero he vivido muchas traiciones antes, gente que creía mis aliados y luego me clavan un puñal en la espalda...
Kagami sabía que su viejo no hablaba por hablar, el mismo había visto una profunda cicatriz en el pecho de su padre, cuando más pequeño se bañaba aún con él, siempre que el hombre de edad avanzada hablaba sobre eso, parecía como si aún le doliera. Por respeto el pelirrojo nunca le había preguntado a su encargado sobre el suceso, pero de seguro algún amigo muy preciado le había traicionado.
Con cada frotada por parte de su padre sobre la marca en su hombro, Kagami entendía de verdad el amor que aquel hombre le tenía, sabía que el mundo podría ser peligroso, en especial para una persona no perteneciente del todo a la sociedad legal como lo era el mismo. Se prometió a sí mismo detener sus escapes, de hecho logró su acometido unas semanas, sin embargo su deseo de aventura se incentivo aún más cuando vio a un grupo de adolecentes mayores jugar al baloncesto desde la ventana del auto.
Aunque siempre los viajes en auto eran para comprar ropa o comer fuera, Kagami no les tenía mucho interés, ya que las personas a su alrededor parecían tenerle miedo a sus guardaespaldas y por lo tanto a él también; además de que sus acompañantes, le seguían donde fuera, incluso estaban frente a la puerta del baño aguardando su salida, el hecho en sí mismo ya era bastante incomodo.
Pero aquella tarde era diferente, haber visto a esos jóvenes jugando le causo curiosidad, siempre le gusto el baloncesto, leía muchas revistas y seguía algunos equipos; sin embargo nunca había jugado, ni siquiera había visto a otros disputando un juego en vivo. Aunque sabía que su padre estaría molesto, sí podía ir a ver a los jóvenes aunque fuera un instante podría aguantar hasta diez golpes del pesado bastón de madera.
A penas salió del auto, Kagami fingió irse a su habitación por sentirse cansado, lo hizo, sin embargo salió por la ventana, corrió a todo prisa hacía la pequeña puerta para mascotas, que ahora estaba oculta por unos arbustos, la cual halló cuando recorrió el inmenso patio la primera vez que jugó en el jardín; pensaba que si regresaba antes del anochecer no habría problema.
Corrió tan aprisa; logró llegar antes de que aquellos jóvenes, bastante altos y mayores terminaran el juego, se quedó detrás de la malla metálica que recorría la parte trasera del parque y observo; la técnica de aquellos chicos aunque no era perfecta, era buena, parecía que de verdad se esforzaban, sin embargo lo que más le llamo la atención era un chico moreno, seguro de su misma edad, quien robaba con mucha facilidad el balón a los demás y no solo eso, hacía fintas complicadas que solo había visto en televisión rara vez.
Aquel chico, diminuto comparado a sus adversarios, era demasiado ágil, como si de una feroz pero elegante pantera se tratase, la forma en que sus dedos sostenían el balón, era alguien que lucía bastante salvaje pero con un buen juego. En el rostro de Kagami apareció un leve sonrojo, de verdad aquel chico le causo una fuerte impresión; sin embargo al escuchar pasar un tren a sus espaldas miro el atardecer, estaba anocheciendo, algo asustado se apresuro a llegar a casa.
La sorpresa de Kagami fue mayor cuando vio a su padre en la puerta delantera, este corrió hacía él, Taiga estaba listo para una fuerte reprimenda, sin embargo se sorprendió al sentir los brazos de su padre rodeándolo. En seguida le correspondió al mayor, sentía como su protector temblaba, nunca le había visto tan intranquilo.
-¡Ryuuji-oyabun! Aún no lo hemos encontrado.
-Necio, les dije que no lo dejen de vigilar. Miren ha vuelto por su propia cuenta y vosotros ni siquiera os habéis percatado.
-¡Lo sentimos señor!
-Padre... No les regañes más, yo puedo asumir la responsabilidad, yo les engañe diciéndoles que me sentía mal y me iba a recostar.
-¡Tú cállate!
Nuevamente Kagami tuvo que sufrir una tortuosa reprimenda, sin embargo no todo era malo, pudo ver jugadores de baloncesto de verdad, además de que recibió un abrazo de su padre tan intenso, nada iría mejor, entender los sentimientos de su padre, algo era igual, sin embargo tenía nuevas experiencias. Desde aquel día el pelirrojo aventurero, nunca se volvió a escapar de casa.
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El policía y el yakuza se enamoran[AoKaga]
FanfictionUn día como otro Aomine salió a hacer su rutina, solo que esta vez se encontraría con un joven que le pide algo no habitual para un policía.