Encerrada, y arrestada

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Ha habido varios problemas en la calle para nosotros los judíos.

-Niños, no vayan a salir, ¿bien? Las cosas no están bien para nosotros. Si salimos aunque sea una vez, nos encerrarán, nos enviarán a un campo de concentración, y nos separarán, ¿bien? Vamos a buscar a la familia norteamericana para que nos ayuden a salir del país-Dice mi madre.

-Sí mamá-Digo yo.

Mi hermano, Jean-Pierre, asiente, y pone una mano en mis hombros.

-Todo estará bien, mère. Tranquila-Dice mi hermano.

-Jean, tienes trece años, Gisèlle, tienes diez. Son lo suficientemente maduros para entender la situación. Empaquen cosas, no todo, no mucho, lo indispensable, dinero, joyas, empaquen lo que puedan, y cierren con llave, d'accord?

-D'accord-Decimos mi hermano y yo al mismo tiempo.

Mi padre y mi madre nos besan la cabeza y nos abrazan con fuerza. Se miran entre sí antes de acercarse a la puerta.

-Los amamos, no vayan a olvidarlo, pase lo que pase, ¿lo prometen?

-Lo prometemos.

Mis padres salen de la casa y Jean cierra. Me lleva a nuestro cuarto y nos hace empacar.

-Vamos, pequeña, empaca tus cosas-Dice.

Preparo una maleta con más juguetes que ropa, y joyas de mi mamá y mi papá.

-Los esperaremos, oui? No deben tardar-Dice mi hermano.

En cuanto termina la frase, escucho gritos en el pasillo.

Mes bébés! ¡Mis bebés! ¡Mis hijos están en el departamento 34!-Oigo gritar a alguien, que identifico como mi madre.

-Gisèlle, corre, a la despensa-Dice mi hermano.

Corro a la despensa, la cual, tiene una puerta que desaparece una vez cerrada. Jean toma las maletas de los dos, una lámpara, y a nuestro gato, Mouschi. Antes de entrar, abre una ventana, y tira por ella una manta anudada.

Entro a la despensa y me siento frente a un montón de botellas de agua. Mi hermano la cierra desde dentro y la bloquea con un estante.

-No vayas a hacer un solo ruido-Me dice. Escuchamos golpes en la puerta principal, y oímos un montón de golpes. No notan la puerta de la despensa, por fortuna, y salen diciendo "No hay nadie" "Han huído por la ventana".

-No saldremos de aquí en un buen rato. Hay problemas, Gis, y problemas muy graves. Mamá y papá no volverán-Dice mi hermano, y me abraza.

Durante semanas, vivimos a base de comida enlatada, botellas de agua, semillas y algunas cuantas frutas secas. Sin embargo, llega el día en que lo único que nos queda, es una lata de comida de Moschi. El aceite de la lámpara se está terminando, y las mantas están empezando a ser escasas, pues el invierno se acerca.

-Voy a salir, ¿sí? No quiero que salgas de aquí. Quédate con Mouschi. No voy a tardar. No hagas ruido-Dice mi hermano.

-No, no te vayas. Le prometimos a mamá y papá quedarnos aquí. Tengo miedo, Jean. No te vayas. Por favor, hermano-Digo yo sosteniendo su pantalón.

-Voy a volver, te lo prometo-Dice él. Se quita la estrella que nos reconoce como judíos-Dame un brazalete, o unos pendientes. Podré cambiarlos por comida-Dice. Se los doy. Me abraza, me da un beso en la frente, y sale. Me quedo con mi gato encerrada, y escucho que mi hermano apoya un sofá contra la puerta de la despensa, y la cierra con llave.

-Nadie abrirá esta puerta hasta que vuelva. Aunque oigas pasos, hasta que toque esta pared cinco veces-Toca la pared como dice-No vayas a hacer un solo ruido-Dice mi hermano desde fuera. Desliza un papel desde debajo de la puerta: una foto de nuestra familia.

El Viaje de GisèlleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora