|Capítulo 3: "Capullo egoísta"|

980 44 1
                                    

*Editada 4/8/16* 

------------------------------------

<Gonzalo>


Faltaban muchísimas personas para que llegue mi turno y muchas tapaban mi vista, pero de todos modos vi a una chica llorando, junto a lo que debía de ser su novio, yendo para el otro lado de la fila. Debía de haberle salido mal un paso o algo así, porque parecía devastada. Así eran las mujeres: exageradas, y siempre tenían a un novio gilipollas que actuaba como un perrito faldero, siempre diciendo que todo iba a estar bien... Por algo no tenía novia, joder.

Puse los ojos en blanco y seguí mirando la fila. El tiempo parecía no querer pasar y la muchedumbre me tenía harto. Pero, como todo buen amigo, Elliot no me soltaba. Parecía mi pareja.

Me apoyé sobre una pierna y me quedé así, esperando a que llegue el momento de tirarme a la cama y dormir.


----------------------------------------------------


--Bueno, idiota, me voy a audicionar. No pienses que te voy a esperar luego, así que... Suerte --me deseó Elliot y entró en la sala.

Debía admitir de que ahora que era el siguiente, tenía mucho miedo. Sabía que es una estupidez tenerle pavor a estas cosas, pero a veces era medio marica y dejaba que el pánico me ganase.

Comencé a tararear una canción de cumbia cuando mi amigo salió, con toda la confianza del mundo. Sinceramente, salió rápido.

--Todo tuyo, princeso --comentó y se esfumó.

Salió incluso más confiado que cuando entró. Lo observé mientras se iba, totalmente extrañado, y luego me encogí de hombros y entré a las audiciones.

Había que cruzar una puerta y del otro lado no se escuchaba nada. Ni siquiera gente hablando de mi amigo. Nada.

Entré por la puerta, confuso, y ahí se empezaron a escuchar los murmullos de, al parecer, los entrevistadores.

Ingresé por otra puerta y la blanca luz me invadió la vista por unos momentos. Los otros lugares eran oscuros, con paredes grises y suelos negros, un par de ventanas con cortinas y... Bueno, eso. Aquí había luz de sobra.

--¿Gonzalo Gravano? --me preguntó alguien.

Asentí y puse mi mejor sonrisa de ganador al divisar a tres personas quienes se sentaban adelante de una mesa con papeles y bolígrafos de sobra, aparte de sus botellas de agua mineral.

--El mismo --respondí.

Todos sonrieron, mostrando todos y cada uno de sus dientes.

No reconocía a ninguno de los tres, no había visto nada sobre ellos en la página. Vi a los conductores, el objetivo, el premio, el tema y muchas cosas más; pero a ellos no.

Uno de los tres era castaño, pronto canoso, tenía ojos claros, creía que grises, y era un cuarentón. Tenía barba y bigote con canas y... Por lo menos no parecía deprimido. No era muy viejo ni muy joven, sólo... Estaba en el proceso.

A su izquierda está el que me habló primero -bah, el único que me habló-. Tenía pelo castaño, ojos claros -verdes-, barba canosa -mucha más barba que el primero- y parecía un poco más joven que el otro, aunque parecía tener cuarenta de todas formas.

Y a la otra punta se encontraba el último tipo. Este ya debía tener cincuenta, era un poco más gordo y tenía el pelo y barba -bigote incluido- con canas. Tenía ojos verdes y parecía el gordo feliz de las películas.

Un Simple «Te Quiero» (Simplezas de Bianzalo #1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora