Me asfixio, el calor de la bolsa y su poca capacidad de ventilación solo me dejan hacer una bocanada cada minuto. Estoy sentada desde hace tiempo en una clase de silla incómoda imposible de mover, con los brazos cruzados y atados por detrás. Solo oigo pasos que van de un lado a otro pero nadie habla, igual no saben mi idioma. Lo he intentado con varios idiomas diferentes pero no he recibido ninguna respuesta.
— Quítala la bolsa.— oigo decir a una voz que por un segundo me parece conocida. No puede ser.
Lentamente abro los ojos y fijo la atención en los hombres y mujeres con batas blancas que hay alrededor mío. Todos tienen una libreta y un bolígrafo para escribir todo lo que ven y escuchan. ¿Qué soy, una rata de laboratorio? ¿Qué hago aquí?
Mis ojos se detienen en un hombre con traje, que le hace parecer más joven y una sonrisa que da miedo. Barry. Está sonriendo de oreja a oreja mientras yo abro la boca anodada sin poder creerlo. Una parte de mí, me da una colleja por haber confiado en él y la otra me regaña porque en el fondo nunca confiaste.
— Querida Melanie, que gusto verte despierta; pensábamos que tendríamos que esperar más a tu presencia.
—¿Dónde está Pterseo? — consigo decir.
Suelta una carcajada socarrona y me mira fríamente.
— Viendo la hora que es, estará esperando en la puerta de tu casa con una flor en la mano impaciente.
Suspiro para mí misma para tranquilizarme, por lo menos no le ha pasado nada malo. Ahora sé que puedo estar tranquila, Pterseo llamará a mis padres y al no encontrarme llamarán a la policía. Solo tengo que aguantar viva durante unas horas y me encontrarán.
—¡Qué tranquila estás Melanie! Y yo que pensaba que ibas a gritarme, decirme mentiroso; me has decepcionado. — se gira y señala a los científicos que están al lado suyo. —¿Te gustan las sorpresas? —
Se acerca a la silla apoyando sus manos en mis hombros. Me remuevo furiosa. ¿Qué quiere de mí?
—Sé quién eres Melanie. Sé qué eres.
Esas tres palabras me tragan la voz durante unos segundos mientras intento volver a respirar con normalidad. Mi cara blanca de por sí, pierde toda calidez humana; y los ojos, se me salen de la órbitas del miedo que me produce solo de pensarlo. Siempre fui cuidadosa, precavida; ¿en qué me equivoqué? Ahora que le veo más de cerca, parece un aguila que acecha a su débil víctima con garras.
—¿Qu..ée?— No consigo decir.
El enfadado se ha convertido en miedo, un miedo que me recorre el cuerpo sin dejar libre un pelo. Por primera vez en mi vida siento que estoy en peligro y quiero gritar aunque no tenga voz.
Su sonrisa me produce escalofríos y aunque intento aparentar indiferencia, no lo consigo.
— Empezamos experimento 2A, fase uno.— dirige las órdenes a los científicos. Me sonríe con malicia y comenta: — Me voy a divertir con esto.—
Los hombres con bata me agarran del cuello mientras una mujer me coloca a la fuerza unas gafas grises que se me pega a la piel. Su olor es de algún tipo de pegamento y me irrita su presencia en la cara. Otra mujer pelirroja me quita las cuerdas que me atan las manos y me las coloca en la brazadera de la silla. Al instante me cierran las muñecas con un metal pesado, que me raspa y me hace herida. En sus ojos veo que se siente culpable y quiere decirme que lo siente, pero no se atreve. Muevo los dedos para suplicarla que me salve, pero niega la cabeza.
Por favor.
—Cuánto antes contestes a mis preguntas, antes terminaremos preciosa...bueno mejor dicho monstruo.
ESTÁS LEYENDO
Eterno Poder ©
FantasyMelanie, una joven de 17 años que esconde un oscuro secreto. Si lo descubren las personas equivocadas, la antigua leyenda griega resurgirá y nadie estará a salvo de su mirada. Durante este tiempo, Melanie descubrirá cosas que nunca ha conocido ni s...