No, no y no. Me niego.

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LEER NOTA IMPORTANTE AL FINAL DEL CAPITULO.

Dos semanas después y nuestra habitación estaba sumida en un caos. Gritos de rincón a rincón, y, por una vez en meces, la pelea no era entre Dylan y yo. Más bien, teníamos una alianza casi indestructible. Y Robert, el señor Norman (Un hechicero que nos venía poniendo mala cara desde que llegamos), el señor Aleks (Un tío ruso bastante amargado, cabe mencionar) y Jack (Un chico Irlandés que tenía la habilidad de cambiar de forma y convertirse en un Troll), todos ellos estaban intentando Hacernos Razonar.

¡Razonar mis calzones con perritos! Lo que ellos querían era que Dylan y yo durmiéramos en camas separadas. En habitaciones separadas. Y a cien metros de distancia.

¡Ja! Como si eso fuera posible. Me reusaba a hacerlo ¡No, no y no!

–Deben comprenderlo, chicos. Aquí la gente es más conservadora. –Robert, como siempre, intenta irse por el lado más suave.

– ¡Y una mierda con ellos!

– ¡Mas respeto, jovencito! –El señor Norman le apunta con su arrugado dedo y le fulmina con la mirada –Estamos salvando tu trasero.

–Así como lo hice yo hace cincuenta y cinco años. –Dylan espeta.

–No vamos dormir ni en habitaciones separadas, y mucho menos a cien metros el uno del otro, Robert. –este gime con frustración cuando mis palabras cortantes llegan hasta sus oídos.

Cuando estos entraron a la habitación, lo hicieron sin tocar, por lo que se llevaron una pequeña sorpresita.

Dylan y yo estábamos besándonos –aunque la mayor parte del tiempo estamos haciéndolo, asi que no se porque se indignaron tanto –Bueno... Tal vez, y solo tal vez, estuviéramos besándonos sobre el lavamanos del baño. Y metiéndonos mano en el mismo acto.

¡Pero estábamos en la intimidad de nuestra habitación, por Patch! No hacíamos nada que estuviera prohibido por la ley, y aunque lo estuviera, no nos abstendríamos de mostrarnos nuestro afecto de la manera en que lo hacemos comúnmente.

Luego de la "Cena de Presentación", la que termino en un fracaso total ya que Dylan estuvo a un pelín de golpear a un idiota que nos dio la lata.

En el transcurso de estas dos semanas, nos hemos vuelto algo así como los rechazados. Y es realmente molesto, no porque necesitemos de la compañía de alguien más para poder pasar un momento a gusto, sino que es su manera de vernos cuando pasamos cerca –a Dylan sobre todo –y sus silencios hipócritas: Llegamos a un sitio y todos se quedan en silencio.

Me da mucha rabia el que miren a Dylan de esa forma; Como si fuera cual monstruo que trae un circo.

Y me harte.

Dylan lo estaba pasando mal porque creía que ya no le quería cerca gracias a la actitud que habían tomado todos desde nuestra llegada ¡Hasta los chicos que eran de nuestro pueblo nos miraban como bichos! Pero no es así. Me importa un reverendo pepino si me ven con desagrado, si tengo a Dylan conmigo todo deja de importarme nada. Y se lo dije, pero estoy segura de que no me creyó.

Tiene un concepto demasiado bajo de sí mismo, y yo cada vez que se me ocurre con que, intento subírselo un poco más.

Luego de que pasaran días y la cosa siguiera igual, decidimos hacer como si ellos tampoco existieran en nuestro mundo. Sentándonos en cualquier mesa que encontráramos vacía a la hora de la comida, o aunque no lo estuviera, nos quedábamos de todas formas. Y platicábamos. Y nos besábamos entre bocado y bocado. Y nos tomábamos de las manos por sobre la mesa.

–Ya no es discutible, muchachos. –Aleks, el hombre de túnica azul marino, nos miró de forma casi burlona y continuo con lo que decía –Las cosas deben hacerrse así desde ahorra en adelante.

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