(Reproducir video de multimedia)
Humillada, aunque tratando de disimularlo con un semblante neutro y la barbilla elevada, levanto el vino y lo vierto sobre la copa que sostengo con la otra mano.
Resulta, que las mujeres que siempre sirven la comida a los hombres de la mesa, no eran sirvientas, sino sus mujeres.
El episodio que Dylan tuvo hace tres días no ha quedado en el olvido –para mí –porque todos aquí se comportan como si fuera algo muy normal. No sé como, pero Robert y Viktor se encerraron en una oficina con Dylan y media hora después él salió relativamente calmado, sin dirigir ni una mirada hacia mí, como si nunca hubiera intentado tocarme sin mi consentimiento, como si nunca hubiera tanteado mis preciosos limones. Sara, Allen, Sid y Alex me ayudaron a empacar de nuevo mis cosas y me llevaron a otra habitación, esta vez al otro extremo del castillo, como si él no fuera a cruzarlo en un maldito suspiro si le apeteciera.
Horas más tarde de mi mudanza Dylan entró en mí nueva recamara, sus ojos, aun oscurecidos me vieron fijamente casi con frialdad y dijo: –Servirás mi comida desde ahora en adelante, así que baja a las cocinas con una hora de antelación y prepárame algo decente. –Y luego se marchó sin darme oportunidad para discernir.
Estoy harta. Estoy harta de tener que mantener siempre la cabeza gacha, de tener que ser comprensiva y mirar por el bien psicológico de los demás antes del mío. Estoy harta de ser la estúpida Bella inservible de un Crepúsculo en el que los protagonistas son mitad perros gigantes mitad personas, de quedarme detrás de todos y aceptar lo que ellos creen que es mejor para mí. Tengo dieciocho malditos años, ahora es cuando debería cometer mis propios errores y aprender de ellos, pero aquí estoy; Atrapada, en otro país, en un lugar que probablemente es otra dimensión, sin mi mamá, y jodidamente quiero tener ocho años otra vez y que mi mamá me dé de cenar, que me vista para ir al colegio y que mi abuelo me fastidie la existencia, pero ellos ya no están.
Soy mujer y lo que hacemos las mujeres es adaptarnos a lo que nos depare la vida. Si la cosa se va a la mierda, nosotras buscamos una solución. Si el barco está hundido, nos ponemos un salvavidas. No tenemos la fuerza, pero si la táctica y la inteligencia, y yo voy a usarla.
Somos las que sobrevivimos.
Así que ahora, cuando Dylan está mirándome con expresión de satisfacción mientras destapo su plato y lo sirvo, me mantengo imperturbable y regia.
Desde que llegamos a este lugar hemos sido la entretención de la mayoría sin importar que, así que no me sorprende que después de todos los espectáculos que hemos montado ellos estén descaradamente pendientes de Dylan y de mí, incluso ahora que la cosa ha empeorado ¿La compañera de un macho importante en las cocinas, preparando meriendas y haciendo de su nana frente a todos? Pero yo sé la verdad, y sé que esta es su manera de vengarse.
–No. En mi regazo. –Ordena cuando me dispongo a dar media vuelta para marcharme del gran comedor. Me congelo. – ¿Estás sorda? –Lentamente, doy vuelta hacia atrás y miro la línea recta que son sus labios. –Siéntate en mi regazo. –Imbécil hijo de puta, ya verás, pedazo de mierda, descuídate un momento y te voy a cortar el pene con mis pinzas de cejas.
Horas más tarde...
–Sam...
–Mmmm. –Entierro el rostro en la almohada, cerrando con fuerza los ojos y negándome a abandonar mí sueño.
– ¡Sam! –El susurro es esta vez más fuerte y doy un salto. Bufo y volteo en dirección a la oscuridad no tan oscura de la habitación.
– ¿Alex? ¿Qué mierda...? –Enciende la luz y gimo, tapándome los ojos. Axel me chista, poniendo las manos a cada lado de su boca con exasperación.
ESTÁS LEYENDO
Possessive
Werewolf"Te obligare a amarme." No soy experta en la escritura y esta fue mi primera historia, a pesar de todos sus fallos, les pido que no plagien ni adapten sin hablar conmigo antes.